Érase una vez que había un tipo cansado de la vida que se quería suicidar, y estaba muy atareado preparando la soga para colgarse de un árbol ante la vista de los que pasaban frente a él. Y justo cuando estaba por consumar su decisión, uno de los que pasaban lo sujetó de los pies y cortó la soga que lo hubiera ahorcado, ya que lo importante era preservar a toda costa la vida del que se quería suicidar, impedirle a como dé lugar matarse a sí mismo. Enojado por no haber logrado cumplir con su propósito, tomó su espada y mató al que lo había salvado, para volver a intentar de nueva cuenta con su propósito sin importarle en lo absoluto que hubiera muerto uno por haber tratado de salvarlo. Al saltar de nuevo con una soga recién hecha puesta al cuello, otro que pasaba por allí hizo lo mismo que el salvador anterior, le impidió suicidarse. Y de nueva cuenta, el tipo furibundo por no haber logrado consumar sus deseos mató a su segundo salvador, y volvió a intentar consumar su acto. Esto se fue repitiendo hasta que había ya 10 muertos que habían perecido tratando de salvar al que intentaba ahorcarse. Y fue cuando los demás que habían estado en calidad de meros observadores empezaron a preguntarse: ¿cuántos más tienen que morir en el heroico intento para impedirle a un hombre suicidarse? ¿Cuántas vidas se tienen que perder para salvar una sola vida que a fin de cuentas no quiere ser salvada? Y al tomar conciencia de esto, en el onceavo intento no hubo ya quien tratase de salvar al suicida; simplemente lo dejaron morir haciendo lo que quería hacer a fin de cuentas. E inclusive le aplaudieron. Y no hubo ya más muertos.

En una entrada previa, Spectator ya documentó como la locura que significó la prohibición de la producción y el consumo del alcohol en los Estados Unidos no trajo a dicho país mas que efectos negativos y desastrosos que todos excepto la minoría de conservadores ultra-puritanos que impulsaron tal prohibición a través del Congreso podían ver y palpar. Algo similar ocurre ahora con el caso de la mariguana.

Aplicando la anécdota anterior a lo que sucede en México, ¿cuántos mexicanos tienen que morir en la guerra de legitimación emprendida por Felipe Calderón en contra de la delincuencia organizada para impedirle a los drogadictos mexicanos el poder consumir el producto con el cual están enviciados y que no quieren dejar de consumir? ¿Mil? ¿Cinco mil? ¿Diez mil? ¿28 mil? ¿Treinta mil? ¿Los que sean?

Lo absurdo de la obstinación de la guerra sangrienta que Felipe Calderón está llevando a cabo haciendo caso omiso de gente mucho más cuerda que él sale a relucir en el caso de la mariguana, vista como no como un producto adictivo como la heroína y la cocaína sino como un producto de consumo recreativo ocasional que inclusive algunos ex Presidentes norteamericanos admiten haber probado alguna vez en sus vidas. En el 2008, según una tabla del INEGI sobre causas de mortalidad, murieron en México 75 mil 572 personas por diabetes mellitus, siendo esa la principal causa de muerte en México, seguida por las enfermedades isquémicas del corazón y las cerebrovasculares. La cirrosis y otras enfermedades crónicas del hígado, muchas de las cuales están relacionadas con el consumo de alcohol, fueron la cuarta causa de muerte con 28 mil 422 fallecimientos. Las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, vinculadas usualmente con el consumo de tabaco, ocuparon el quinto puesto con 20 mil 565 muertes. Los accidentes de vehículos de motor dejaron 16 mil 882 muertes, mientras que los homicidios, la décima causa de muerte en México, alcanzaron en 2008 la cifra de 13 mil 900. No existe en la tabla del INEGI el número de muertes ocasionadas por la mariguana o por enfermedades relacionadas con su consumo. Ni esta sustancia ni ninguna enfermedad relacionada se encuentran entre las 20 principales causas de muerte en México. Por otra parte, la página de internet drugfacts.com ofrece una lista de las principales causas de muerte en Estados Unidos. Dicha tabla está elaborada, de forma distinta a la del INEGI, ya que agrupa las muertes según las sustancias o actividades que las producen. El tabaco se encuentra a la cabeza en esta tabla pues se le atribuyen 435 mil muertes anuales en la Unión Americana. La mala nutrición y falta de actividad física son, sorprendentemente, la segunda causa de muerte, con 365 mil al año. El alcohol es la tercera con 85 mil. Las muertes como consecuencia de medicamentos legales se elevan a 32 mil. Los accidentes con armas de fuego ocasionan 29 mil muertes al año, mientras que los accidentes vehiculares producen 26 mil muertes. No hay en esta lista ninguna muerte para la mariguana, aunque sí las hay para drogas duras, particularmente para la heroína. La página cita un informe de 1988 del Departamento de Justicia de la Unión Americana que apunta: “No hay registros en la extensa literatura médica que describa una muerte probada y documentada producida por Cannabis.” Según el estudio, un usuario tendría que consumir entre 20 mil y 40 mil cigarrillos de mariguana, o unos 680 kilos, en 15 minutos “para inducir una respuesta letal”. La guerra de legitimación de Felipe Calderón en contra del narco, en cambio, sí ha dejado un gran número de muertos en México. Tan solo en el 2010, hasta el pasado 5 de noviembre del 2010, el Ejecutómetro del periódico Reforma registraba 10 mil 095 “ejecuciones” del crimen organizado. La cifra para el sexenio del presidente Caderón rebasa las 25 mil, y cifras más cercanas a la realidad parecen situar dicha cifra en 28 mil cadáveres más las viudas y huérfanos que quedan detrás de tales cifras. Para la gran mayoría de los mexicanos, la tragedia no es el consumo de mariguana, que representa alrededor del 80 por ciento de la droga que se usa en México y Estados Unidos, sino la violencia generada por el mercado negro. Felipe Calderón no quiere darse cuenta de que la legalización de la mariguana en México no eliminaría de golpe la violencia pero sí disminuiría uno de los principales incentivos para ella, que son los precios inflados que surgen de un mercado negro. Es posible que esta medida pudiera generar un incremento en el uso de la droga, pero la experiencia internacional, en países como Holanda y Portugal, sugiere que éste sería temporal y no demasiado elevado. De cualquier manera, la mariguana parece ser bastante menos peligrosa que sustancias como el tabaco, el alcohol y muchos medicamentos que son legales en la mayoría de las naciones del mundo. Para los parientes de las víctimas mexicanas, sin embargo, debe ser una paradoja que se pelee una guerra tan sangrienta para impedir que la gente utilice una sustancia que no afecta a nadie más que al usuario pero que además es mucho menos peligrosa que otras sustancias que sí son legales.

Si de salvar vidas se trata, si se trata de evitar muertes de mexicanos a causa del consumo de productos nocivos para la salud, por simple congruencia Felipe Calderón debería haber emprendido una cruzada “santa” para criminalizar también el consumo del alcohol (como lo hicieron los norteamericanos a principios del siglo XX, con resultados tan desastrosos que, a diferencia del vanidoso y soberbio Felipe Calderón, sí tuvieron el valor para dar marcha atrás en el fallido experimento). También debería criminalizar el consumo del tabaco, que al fin y al cabo las muertes por fumar tabaco superan por mucho las muertes que pudiera causar el fumar la mariguana con fines recreativos. En la siguiente foto tenemos una muestra de un pulmón sano y el pulmón de un fumador de tabaco:




Y debería criminalizar también el consumo de toda la comida chatarra como las papitas fritas Sabritas, los bubulubus y las galletas saladitas Gamesa cargadas de aceites y sal cuyo consumo genera obesidad y problemas cardiovasculares graves a largo plazo. Todo esto en nombre de la congruencia, porque si algo les urge a las derechas y a las ultraderechas de México es demostrarle al país entero que pueden ser congruentes si quieren serlo. Pero al igual que en los tiempos del Nazismo alemán, todo lo que hoy se hace desde las entrañas del gobierno federal es con el pretexto de que se trata de evitar que los mexicanos se puedan hacer daño a si mismos, que al fin y al cabo para eso está un Estado paternalista, sobreprotector e inclusive autoritario si tal cosa se requiere, más que dispuesto a tratar a sus gobernados como los eternos menores de edad. La soberbia de un Estado en adjudicarse el tutelaje total de sus gobernados inclusive sin el consentimiento de los ciudadanos queda exhibida plenamente si consideramos el caso lo que ocurre en el mundo musulmán. Si bien es cierto que en el libro sagrado de los musulmanes, el Corán, está estrictamente prohibido el consumo del alcohol, no hay nada dentro de este texto religioso que le prohiba a los musulmanes el ponerse eufóricos con el Hachís, el equivalente psicoactivo de la mariguana. En su defensa del consumo del hachís, los musulmanes argumentan -correctamente- de que a diferencia de lo que ocurre con el alcohol no sólo no existen casos documentados en los que se demuestre que el ingerir hachís pueda provocar la muerte o un daño físico permanente, ni siquiera existe constancia alguna de que produzca dependencia física. Entonces, ya que el Corán lo permite, y en los países musulmanes se permite, los practicantes de la religión musulmana en México podrían muy bien argumentar que para prohibirles el consumo de la mariguana no sólo no existen razones de peso por cuestiones médicas, ¡ni siquiera existen motivos de caracter religioso para imponerles tal prohibición! Pero el Estado paternalista y sobreprotector de México, hoy en manos de las derechas y ultraderechas conservadoras que no entienden razones ni argumentaciones de carácter médico ni de carácter religioso, toma en sus manos las atribuciones para prohibir lo que le dé la gana prohibir, incluso si la terquedad en hacer cumplir sus dictados pueda provocar la proliferación de las bandas del crimen organizado y el aumento exponencial en el número de muertes relacionadas con la prohibición. El PAN-Gobierno ya decidió que, para impedir que alguien se cuelgue a sí mismo de la horca que le significa el consumo de la mariguana, está mas que justificada la pérdida no de diez, cien, o mil mexicanos sino inclusive 28 mil o más, ¡todas las muertes que se requieran!

Si quiere evaluarse con números el éxito que el PAN-Gobierno encabezado por Felipe Calderón está reclamando para sí en su guerra en contra del narcotráfico, dejemos en paz el asunto de la mariguana y vayamos al asunto de una droga dura, la cocaína y sus derivados como el “crack”. Para esto, necesitamos dos cifras. La primera cifra es el consumo anual estimado de cocaína en los Estados Unidos, el mayor consumidor de cocaína en el mundo entero y el principal destinatario de la cocaína exportada por Colombia y que pasa por México en su ruta hacia los Estados Unidos. De acuerdo a varios estudios, esta cifra es situada aproximadamente en unas 300 toneladas métricas. La otra cifra es el promedio anual de cocaína que ha sido interceptada por el gobierno federal de México (la cocaína interceptada por los servicios norteamericanos de aduanas en su frontera con México no cuenta en lo absoluto para la evaluación de esta cifra). Si se divide esta cifra entre la primera, se obtiene el porcentaje de cocaína que está siendo interceptada como parte de la “guerra” que fue declarada por Felipe Calderón. ¿Y qué porcentaje de la cocaína colombiana que pasa por México es interceptada antes de llegar a los Estados Unidos? ¡Ni siquiera el uno por ciento!. Esto significa que al drogadicto norteamericano le preocupa mucho más que le falte dinero para satisfacer su vicio que la posibilidad de que pueda haber un desabasto, máxime que el suministro de cocaína enviada desde Colombia parece estar plenamente garantizado. Esto significa que han muerto muchos más mexicanos en la intentona del gobierno calderonista de dizque acabar con el narcotráfico que los que han muerto en los mismos Estados Unidos por consumir dicha droga. Pero en las matemáticas del PAN-Gobierno, vale la pena que mueran diez personas por impedir que una sola se cuelge de una horca. Y nadie los va a convencer de lo contrario.

Uno a uno, los mitos construídos por los gobiernos conservadores en contra de la legalización de la mariguana han ido cayendo al no estar sustentados sobre bases científicas, incluso ni siquiera sobre bases religiosas (no sólo el Corán no prohibe el consumo de mariguana, tampoco la misma Biblia, ¡no hay una sola referencia en toda la Biblia en contra del uso de la mariguana, ni siquiera en el libro del Levítico considerado como el depósito de algunos de los preceptos morales más estrictos que puedan haber en la cultura judeo-cristiana!), a grado tal que a los ultraconservadores les ha quedado un sólo argumento que data desde la era en la que el defenestrado y mal recordado Presidente norteamericano Richard Nixon proclamó el 17 de junio de 1971 su propia “guerra” contra las drogas, el argumento de que la mariguana es la puerta de entrada hacia otras drogas más duras como la heroína y la cocaína. Sin embargo, este argumento también se está derrumbando, ya que el ex-Presidente norteamericano Bill Clinton y el actual Presidente norteamericano Barack Obama han admitido haber probado la mariguana cuando eran jóvenes (Clinton lo hizo cuando era un estudiante de intercambio en Oxford, Inglaterra, y lo reconoció el domingo 29 de marzo de 1992 durante una entrevista por televisión a través de la cadena WCBS-TV, mientras que Obama lo hizo rutinariamente hasta que la dejó al pasarle la novedad), sin que ello los haya inducido en lo absoluto a experimentar posteriormente con otro tipo de drogas fuertemente adictivas y dañinas como la heroína y la cocaína, y sin que la mayoría de los electores hayan visto en tales antecedentes un obstáculo cuestionable e imperdonable para poder aspirar al máximo cargo al que se pueda aspirar en la Unión Americana.

La imagen estereotipada que frecuentemente se muestra del fumador ocasional de mariguana es la de un individuo con los ojos vidriosos inyectados de sangre casi saliéndose por completo de las órbitas oculares, tartamudenado en una forma totalmente incoherente y con casi todas sus neuronas cerebrales atrofiadas permanentemente. En realidad, y esto nos lo comprobueba la Historia, hace mucho más daño al cerebro el consumo habitual de la propaganda chatarra elaborada por los pseudo-historiadores revisionistas de la ultraderecha fascista (Hitler pudo enloquecer a casi toda una nación con esa basura) que el consumo habitual de la mariguana. Pero convencer de esto a Felipe Calderón será más difícil que tratar de sacarle sangre a una piedra.


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POST SCRIPTUM:


Relevantemente, al clamor de la despenalización de la mariguana en México se sumó un ex-mandatario que sabe perfectamente de lo que está hablando. Se trata ni más ni menos que un ex-Presidente de Colombia, César Gaviria, al cual le consta el enorme precio que se ha tenido que pagar a cambio de absolutamente nada que haya valido la pena, como lo deja en claro la siguiente nota:

Gaviria recomienda legalizar mariguana en México
Agencia EFE
11 de febrero del 2011

El ex presidente colombiano César Gaviria recomendó hoy a los gobiernos de su país y de México que entren en el camino de la legalización de la mariguana con usos medicinales y remarcó que la política prohibicionista de las drogas ha sido un "absoluto fracaso en los últimos cien años" .

Colombia y México "deben empezar a aplicar políticas de reducción de daño" del consumo de drogas, consideró Gaviria durante un foro conmemorativo del centenario del diario bogotano El Tiempo.

Gaviria, que gobernó Colombia de 1990 a 1994, intervino junto al ex canciller mexicano Jorge Castañeda y el periodista también mexicano Sergio Muñoz en un debate sobre hacia dónde va la lucha contra las drogas en el mundo.

Para el ex mandatario, el fin de las drogas "es una simple utopía que no tiene resultados que mostrar y que está implicando un gasto enorme de recursos" y la guerra contra las drogas lanzada por Estados Unidos también ha fracasado.

El consumo tampoco se ha reducido y no ha dado resultados el control de la oferta, mientras que en EU crece la producción de mariguana y tres Estados de ese país permiten el uso medicinal de este alucinógeno, observó Gaviria.

"Colombia debería hacer eso (legalizar de manera parcial la marihuana), y México igual" , insistió, tras opinar que los países interesados en el asunto deben pasar a una nueva política a partir de la premisa de que el de las drogas no es un problema criminal, sino de salud pública.

En este sentido, advirtió de que "la despenalización o descriminalización no son la solución, sino parte de la solución" .

Además de avanzar en la reducción de daño, continuó, los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de México, Felipe Calderón, tienen la autoridad moral para decirles al Gobierno y al Congreso estadounidense que tienen una política antidroga ineficaz y han sido incapaces de reducir el consumo.

A pesar de sus propuestas, Gaviria aclaró que no está en contra de la interdicción en la lucha contra el narcotráfico, con una política eficaz, por cuando si los cárteles no se persiguen, toman un poder que amenaza a las instituciones.

Pero no sólo el ex Presidente de Colombia recomienda que se abandone la inútil estrategia calderonista en contra de los narcotraficantes que tanta muerte y tanto dolor le ha costado al pueblo de México. En los mismos Estados Unidos, analistas serios que han estado evaluando las estadísticas día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, han llegado también a la misma conclusión de que los únicos que han salido beneficiados con la guerra contra las drogas han sido los mismo narcotraficantes. Y están haciendo la misma propuesta para ser aplicada en los Estados Unidos de implementar una legalización de las drogas. No sólo de la mariguana, sino de todas las drogas:

EU debe legalizar droga para asfixiar financieramente a cárteles mexicanos: expertos
Excélsior
20 de noviembre del 2011

El Instituto Cato plantea enfrentar a los cárteles mexicanos castigando sus ingresos; advierten que de mantener la actual táctica contra el tráfico de estupefacientes, continuará la violencia en México

Estados Unidos debe legalizar el consumo de las drogas en su territorio, si en verdad quiere asfixiar financieramente a los cárteles mexicanos, según uno de los think tanks más influyentes de la Unión Americana.

De acuerdo con el Instituto Cato, de Washington, a 40 años de la guerra antidrogas, los resultados demuestran que no es posible desafiar a las leyes del mercado, que dan a un producto prohibido —los estupefacientes— un sobreprecio de 90% o más.

La propuesta, firmada por el investigador Ted Galen Carpenter, considera que la actual estrategia de EU “es fatalmente fallida, y la insistencia de continuar con ella está causando graves problemas de corrupción y de violencia a una fuente clave de suministros de droga como es México”.

El narco obtiene ganancias, cada año, que rondan los 320 mil millones de dólares y, en nuestro país, ha dejado alrededor de 42 mil muertos tan sólo en lo que va de este sexenio.

En el documento Poniendo punto final a la guerra global contra las drogas, se afirma que los cárteles mexicanos ya están tomando el control en el África Subsahariana, Oriente Medio y Europa.

La legalización ha sido defendida por diversas voces, en México y otros países. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, acaba de avalar la idea.

Ven fracaso en lucha antidrogas

La única estrategia duradera para enfrentar a los peligrosos cárteles mexicanos de la droga es castigando sus ingresos derivados de una industria criminal que cada año genera 320 mil millones de dólares y legalizando el consumo de la droga en Estados Unidos, el mercado más grande del mundo para los estupefacientes ilegales.

Ésa fue la propuesta que dio a conocer Ted Galen Carpenter, especialista en temas de defensa y política exterior del Cato Institute, un reconocido centro de estudios privado con sede en Washington, a través de un análisis suyo y de la conferencia titulada “Poniendo punto final a la guerra global contra las drogas (Ending the Global War on Drugs)”.

El documento destaca que a 40 años de la guerra contra las drogas los resultados demuestran, una y otra vez, que no es posible desafiar a las leyes del mercado que dan a una mercancía prohibida, como las drogas, un sobreprecio de 90 por ciento o incluso más.

Es una estrategia fatalmente fallida, y la insistencia de Washington de continuar con ella está causando graves problemas de corrupción y de violencia a una fuente clave de suministros de droga y de tránsito de droga como es México”, escribió Carpenter.

De hecho, comienza su análisis afirmando que desde que el presidente Felipe Calderón lanzó, en diciembre de 2006, su ofensiva militar contra los poderosos cárteles mexicanos, unas 42 mil personas han perdido la vida.

“Las víctimas de la cada vez más caótica y violenta guerra contra las drogas de México, pertenecen a todos los estratos sociales”, dice.

Y da cuenta del aumento del consumo de la cocaína reconocido por Naciones Unidas (Report of the International Narcotics Board for 2007) en Europa del Este, Asia Central, los ex países soviéticos, y menciona que los cárteles mexicanos ya están tomando el control de las rutas del tráfico y ganando acceso a mercados potenciales en porciones del África Subsahariana, Oriente Medio y de Europa.

“Las organizaciones de la droga poseen y ejercen el supremo instrumento de corrupción: el dinero. Porque el comercio de la droga da acceso a cantidades casi inimaginables de recursos. Además, no existe insumo tan ampliamente disponible, tan barato de producir y tan fácilmente renovable como las drogas ilegales que brindan deslumbrantes márgenes de ganancia y dan a los criminales ingresos ilícitos de tal magnitud que no tienen precedente histórico”, agrega.

Violencia

Una realidad tan brutal, dice, donde la prohibición mueve el comercio de un producto clandestino, crea un enorme potencial de utilidades en el mercado negro y atrae a elementos criminales propensos a la violencia.

“Las bandas de la droga se han vuelto lo suficientemente atrevidas como para convertir en blanco de ataques a los líderes políticos más prominentes como Rodolfo Torre Cantú”, que era el gran favorito del PRI para ganar la gubernatura de Tamaulipas. O para perpetrar el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, a quien definió como un personaje de la importancia de un Al Gore dentro de la escena política mexicana.

Sobre la peligrosidad y transcendencia de los cárteles mexicanos, Carpenter puso el énfasis en el poderío de sus altos ingresos para corromper a funcionarios estadunidenses, intentar infiltrar al Ejército de ese país, perpetrar ejecuciones, incluso, dentro de territorio norteamericano o para ofrecer un millón de dólares por la cabeza del sheriff de Arizona, Joe Arpaio.

Carpenter destaca también el desencanto de la guerra contra las drogas que ya llegó hasta la élite política de México.

“La tarea que enfrentan el gobierno de Calderón y sus aliados en Washington no es únicamente derrotar a dos cárteles (Cali y Medellín) como sucedió con el desafío de Colombia, sino derrotar a múltiples organizaciones poderosas”, expone.

Colombia apoyará la legalización de cocaína

Legalizar ciertas drogas, incluso la cocaína, fue la propuesta que el presidente Juan Manuel Santos, de Colombia, hizo recientemente a la opinión pública mundial a través del periódico británico The Guardian.

El primer llamado de un mandatario en funciones, que además es originario del primer país productor de cocaína en el mundo, puso énfasis en la necesidad de “eliminar las violentas utilidades del tráfico de la droga… y si eso significa legalizarla, y el mundo considera que ésa es la solución, yo le doy la bienvenida. No me opongo”, dijo Santos a Jamie Doward del rotativo inglés.

“Si la guerra contra las drogas ha fracasado, ha fracasado de la manera más abyecta en América Latina, porque allí es donde están enterrados los cuerpos.

“O no tan enterrados, porque las bandas mexicanas prefieren ensuciar los caminos con sus víctimas en los pueblos fronterizos con Estados Unidos, o colgarlas de los puentes para que sirvan de advertencia”, declaró Santos también al dominical inglés The Observer.

Los ex presidentes de México, Ernesto Zedillo; de Colombia, César Gaviria; de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y este año el ex presidente mexicano Vicente Fox han recomendado también la legalización de algunas drogas.

Pero el artículo de Doward precisó que Santos subrayó que la iniciativa podría funcionar únicamente si es coordinada internacionalmente y que luego enfatizó “el papel vital que Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Europea tendrían para dar forma al debate”.

Pues el mandatario colombiano destacó las contradicciones que hay en mercados como el estadunidense, donde California ya legalizó la mariguana para usos medicinales, mientras que el estado de Idaho sigue criminalizando el consumo de cocaína.

Desafortunadamente, todos estos consejos y recomendaciones caen en saco roto en México cuando el receptor en México es un Presidente soberbio y ególatra incapaz de reconocer y admitir sus errores, y menos cuando dichos errores ya para finales del 2011 le habían costado al país cerca de 50 mil cadáveres sumados a las viudas y huérfanos detrás de tales cadáveres consecuencia de la guerra idiota con la cual Felipe Calderón quiso obtener la legitimidad que no obtuvo en las urnas cuando tomó las riendas del poder de una manera más que forzada, embarcando a México en una aventura calamitosa de la cual no se ve solución inmediata ni a mediano plazo ni a largo plazo.

Ultimadamente, y lejos de las altas esferas del poder, a continuación se tienen dos ejemplos elocuentes del por qué la droga va a seguir llegando a los Estados Unidos puntualmente porque tiene que llegar a los Estados Unidos porque no hay de otra:





Y hay millones de ejemplos más como estos. Todos ellos con muchos dólares en sus bolsillos y cuentas bancarias para poder seguir comprando su “medicina”, sin que les importe en lo más mínimo la enorme corrupción que su vicio y la proscripción legal aunque no factual de su suminstro de “medicina” genera, corrompiendo policías en ambos lados de la frontera, corrompiendo funcionarios aduanales, corrompiendo jueces, corrompiendo políticos, corrompiéndolo todo. Y esta enorme clientela de viciosos va a seguir allí tiempo después de que Felipe Calderón haya abandonado la silla presidencial.


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POST SCRIPTUM:


En relación a las últimas fotografías mostradas, veamos lo que nos tiene que decir un analista conocido:

Por una nariz
Sergio Sarmiento
3 de marzo del 2011

“En esta guerra unos ponen la nariz y otros
ponen los muertos, unos declaran la guerra
y otros reciben los tiros.”
Eduardo Galeano

Nueva York.- Es muy injusto, por supuesto. Lo dijo con elocuencia el escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor del clásico Las venas abiertas de América Latina, al recibir la Medalla 1808 que otorga el gobierno de la ciudad de México.

La injusticia brota a cada paso. Si un agente del servicio de inmigración de aduanas de los Estados Unidos es victimado, como ocurrió con Jaime Zapata en San Luis Potosí, el Ejército y la Procuraduría General de la República en México se mueven con rapidez espectacular y capturan en unos días a los presuntos responsables. En Estados Unidos las agencias federales también actúan con extraordinaria celeridad y capturan a cientos de mexicanos o mexicano-estadounidenses involucrados con el narcotráfico. Nadie responde a la pregunta incómoda de si Washington tenía ya identificados a los criminales de tiempo atrás.

Incluso una de las armas utilizadas en el ataque es rastreada con celeridad y resulta que su origen es el estado de Texas, el mismo del que procede el agente muerto. Vender y comprar armas es legal en los Estados Unidos, aunque no lo es el exportar estos instrumentos de la muerte hacia México, donde se convierten en uno de los principales combustibles de la guerra que se libra en territorio mexicano para supuesto beneficio de los consumidores de drogas estadounidenses.

El interés de las autoridades por resolver los demás casos, el de las demás víctimas de la guerra contra el narco en territorio nacional, es bastante menor. El grado de impunidad ante estos crímenes es enorme. Son gente de a pie, que no recibirá un funeral de héroe como el que tuvo Zapata en su natal Brownsville.

Sólo en México, y en el actual gobierno panista, esta guerra ha dejado un saldo de 35 mil muertos. Muchos de ellos, nos dicen, son sicarios que participan en el negocio de la droga. Los otros, bueno, son simple daño colateral. Toda guerra deja un rastro de sangre inocente que es una parte inevitable del costo de la victoria. Lo curioso del caso es que no hay en los registros de salud pública en México o en Estados Unidos una sola muerte registrada como consecuencia de la marihuana, que representa un 80 por ciento del consumo de drogas ilegales. Este contraste obliga a preguntarse si la medicina es más costosa que la enfermedad.

Mientras en México se libra esta guerra que busca fundamentalmente detener el tráfico de drogas a Estados Unidos, desde la Unión Americana se emiten constantes advertencias a sus ciudadanos. El gobierno pide a sus ciudadanos que no vayan a México. Las universidades aconsejan a sus estudiantes que mejor no arriesguen su vida para pasar el spring-break en México cuando pueden gastar sus dólares en su propio país.

Este 3 de marzo el presidente Barack Obama recibirá en Washington al mandatario mexicano Felipe Calderón. Esta reunión se anunció apenas el pasado 23 de febrero y parece haber sido impulsada por el homicidio del agente Zapata. La guerra contra el narco y la violencia que ésta ha generado serán los temas de la reunión.

Pero no hay nada bueno que pueda salir de ella. México ha estado dispuesto durante décadas a someter los intereses y las vidas de los mexicanos a la decisión de Washington de pelear una guerra en territorio extranjero. No podemos esperar que haya un cambio sustancial hoy en Washington. A lo mucho se le dará más dinero al gobierno mexicano para profundizar la guerra. Y mientras tanto, los estadounidenses seguirán poniendo la nariz y los mexicanos los muertos.

El jueves 6 de diciembre del 2012, decenas de consumidores de mariguana se reunieron bajo la emblemática torre Space Needle de Seattle, en la capital del Estado de Washington, para celebrar su legalización fumando esta droga. Y muchos celebraron el fin de la prohibición fumando mariguana dentro de los límites permitidos por la nueva ley que legalizó la posesión y el consumo de la mariguana. A partir de tal fecha, las estadísticas de la policía no reportaron ningún aumento en los índices de criminalidad y, por el contrario, los índices de criminalidad disminuyeron al dejar de ser considerado el consumo de la mariguana como un acto criminal, considerado en cambio como un asunto de salud que debe ser atendido por los médicos y no por las policías. Los investigadores y policías que antes gastaban miles de horas cazando y arrestando a los consumidores tuvieron tiempo para dedicarse a otros asuntos mucho más serios tales como los casos de homicidio, secuestro y violaciones. No ocurrió el apocalipsis vaticinado por la derecha ultraconservadora, ni aumentó el consumo de la mariguana al quitarle el atractivo de ser algo “prohibido” (por el contrario, al dejar de ser algo prohibido perdió gran parte de su mística que la hacía tan apetecible como el fruto prohibido en el Jardín del Paraíso). No aumentó el  número de fumadores de mariguana, lo que sucedió es que quienes antes lo hacían a las sombras salieron a la luz. Tampoco hubo un aumento en las emergencias médicas en los hospitales a causa del consumo legal de la mariguana, confirmando el hecho de que la mariguana no es algo mortal a diferencia del tabaco cuyas víctimas ascienden anualmente a los cientos de miles alrededor del planeta (en todo caso, es el tabaco el que debería de haber sido prohibido y no la mariguana, atendiendo a las estadísticas recopiladas por los sectores de salud). El sector oficial, por su parte, se preparaba para una nueva noticia: la generación de nuevos ingresos a las arcas públicas a causa de los gravámenes aplicados a la producción, distribución y venta comercial de la mariguana en el Estado de Washington. En realidad, los más afectados están resultando ser las mafias y los cárteles de las drogas que obtenían y siguen obteniendo ganancias multimillonarias con la producción, distribución y venta clandestina de la mariguana en los lugares en donde está legalmente prohibida por un Estado paternalista y sobreprotector. ¡Se les acaba el negocio!, al igual que se les acabó el negocio a las mafias de Chicago como la del peligroso gángster Al Capone con la legalización de la producció, venta y consumo de bebidas alcohólicas. A ellos, quizá más que a nadie, era a quienes más les interesaba que se mantuviera la prohibición legal de la mariguana, lo que ha despertado ya las sospechas de que una buena parte de los legisladores norteamericanos que desde el Congreso norteamericano se empeñan en mantener en la ilegalidad todo lo que tenga que ver con la mariguana en realidad estaban y siguen estando bajo la nómina de las mafias y los cárteles de la droga, porque ¿de qué otro modo se puede explicar su terca obstinación en dejar de lado lo que no ha funcionado (la prohibición)?

El movimiento en pro de la legalización de la mariguana en los Estados Unidos, impulsado por muchos ciudadanos no-fumadores de mariguana que creen en cada vez mayores números que los recursos públicos deberían de adjudicarse a otras tareas mucho más urgentes y desatendidas, le da también una lección durísima a la derecha ultraconservadora de México, porque con la mariguana legalizada en los Estados Unidos:

¿Cómo se justifican las cerca de 80 mil muertes (además de las miles de viudas y respectivos huérfanos) ocasionadas por la guerra del Presidente panista Felipe Calderón en contra de los cárteles de la droga, sacando al Ejército mexicano fuera de los cuarteles para tales efectos?

¿Significa todo esto que esas 80 mil personas murieron en vano, a causa de la obstinación y terquedad de quien resultó ser un Presidente de derecha conservador y reaccionario que le hizo mucho daño a México?

Al mismo tiempo que se legalizaba en los Estados Unidos el consumo de la mariguana, el gobierno del Presidente entrante Enrique Peña Nieto se preparaba para desmantelar esa super-estructura conocida como Plataforma México. No todos parecían muy contentos con el desmantelamiento de esa organización, entre ellos un conocido analista:

Adiós Plataforma México
Raymundo Riva Palacio
Columna Estrictamente Personal
7 de diciembre del 2012

El presidente Enrique Peña Nieto va en una ruta polémica y que muy probablemente le causará su primer conflicto con el gobierno de Estados Unidos. El subsecretario de Seguridad Pública -que una vez que se apruebe la reforma administrativa se convertirá en subsecretario del Interior en Gobernación- Manuel Mondragón y Kalb, ya programó la destrucción de la obra máxima de tecnología e inteligencia policial en América Latina, Plataforma México, y el desmantelamiento de las unidades operativas de la Policía Federal. Una obra de 600 millones de pesos, la joya de la corona de la Iniciativa Mérida, será sepultada, y las unidades que operaban tácticamente contra los criminales a partir de su inteligencia, difuminadas.

Nada indicaba que el presidente Enrique Peña Nieto tenía pensado destruir esa herramienta tecnológica que ha sido visitada por funcionarios de todo el mundo, a llegar incluso a presionar para que se utilizara en el combate a los criminales en Centroamérica, por parte de la secretaria estadunidense de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, y los jefes de la DEA y el FBI. Mondragón y Kalb, revelaron funcionarios que conocen sus planes, tiene calendarizada la salida de los altos mandos que manejaban Plataforma México. Los primeros en salir serán el subsecretario Francisco Niembro, bajo cuya responsabilidad se encontraba la herramienta, y todos sus segundos, que manejaban el área de la policía cibernética, un edificio con tecnología de punta para la criminalística forense, para combatir los ataques terroristas en internet y redes sociales, y donde se construían bases de datos de todo tipo de huellas no humanas -las dactilares se encontraban en otra área-, como zapatos y herramientas.

Los funcionarios indicaron que destituirán a los responsables de la conducción y ejecución de absolutamente todos los sistemas de Plataforma México, capacitados desde hace casi seis años en Estados Unidos e Israel. “Lo que hacen es bajar el switch de los sistemas”, dijo en forma metafórica uno de los funcionarios que conocen la programación de Mondragón, quien, agregó, incorporará personal que, sospechan, no tiene los conocimientos técnicos para que funcione Plataforma México o procesen su información.

Un ejemplo de ese temor es que una semana antes del cambio de gobierno, los expertos realizaron el primer vuelo de un avión no tripulado enviado por Estados Unidos, idéntico al que utilizaron los comandos de la operación donde murió Osama bin Laden, y que no fueron utilizados para labores de inteligencia previo a la toma de posesión de Peña Nieto donde se desató una fuerte ola de violencia. Esos le sirven al gobierno para vuelos de reconocimiento y recopilación de inteligencia, y fueron utilizados para conocer el tamaño de fuerzas que iba a enfrentar la Policía Federal cuando intervino en Cananea o cuando ocuparon el SME durante la toma de la Compañía de Luz y Fuerza.

Plataforma México es un monstruo en infraestructura que operaban oficiales que habían sido sometidos al control de confianza, por el tipo de información secreta y estratégica que se maneja. En la planificación de Mondragón, no aparece como requisito el control de confianza, que será otro de los problemas en potencia con Estados Unidos cuando se enteren de lo que está sucediendo con la plataforma. Igualmente, este desmantelamiento se acompaña con la desaparición de las unidades operativas de la Policía Federal -tácticas y de inteligencia-, donde se planea reubicar a sus miembros en distintas tareas, con lo cual una de las áreas de los cuerpos de élite de las fuerzas de seguridad está en vías de extinción.

La decisión de Peña Nieto -no se podría explicar el plan de Mondragón si no tiene su autorización- es sorprendente ante la lógica que habían expresado sus colaboradores durante la transición que no pensaban destruir lo construido, sino profundizar el avance tecnológico, y establecer la coordinación entre secretarías para aprovechar al máximo la información de Plataforma México. Todo indica que las órdenes cambiaron. Ahora sólo falta que expliquen cuál es la racional de ese giro radical que justifica el fin de la herramienta y que se indiquen cuáles serán las metas que, con otro método de investigación, se quieren alcanzar para, como prometió el presidente, pacificar a la nación.

Sin embargo, es un hecho confirmado por las estadísticas que la oferta de drogas en Estados Unidos importadas a través de México no sólo no disminuyó en el nefasto sexenio calderonista, sino incluso aumentó y hasta disminuyeron los precios de las drogas ilícitas en su venta clandestina en dicho país, y ello pese al despilfarro colosal que representó la inútil Plataforma México. Nunca antes los cárteles de la droga mexicanos se volvieron tan poderosos extendiendo sus tentáculos hacia el resto del mundo como en el sexenio calderonista con Plataforma México funcionando a todo vapor, lo cual pide a gritos una respuesta a la siguiente pregunta:

¿Cómo es posible que alguien trate de justificar la existencia continuada de un elefante blanco como Plataforma México, pese a su manifiesto rotundo fracaso en hacer mella alguna a los cárteles de la droga mexicanos?

Si la oferta de drogas ilícitas en los Estados Unidos hubiera disminuído por lo menos a la mitad, entonces Plataforma México se habría podido adjudicar algo del mérito. Pero habiendo aumentado la oferta de drogas en lugar de disminuír, lo único cuerdo que quedaba era terminar con lo inútil desligando de paso a México de una guerra que nunca fue suya hasta que la derecha ultraconservadora y reaccionaria de México llegó al poder. De hecho, fue mucho mayor el golpe dado a los cárteles de la droga mexicanos con la legalización de la mariguana en los Estados de Washington y Colorado que cualquier cosa que haya hecho la inútil Plataforma México.

Todas estas cosas ya se anticipaban, y con mucho tiempo de anticipación muchos experimentados analistas le habían advertido a Felipe Calderón sobre la necesidad imperiosa de dar un cambio de timón y enfocar recursos y energías hacia otra parte, pero Felipe Calderón permaneció terco y obstinado, aferrado fanáticamente a sus creencias y convicciones, al igual que todos aquellos que militan en las filas de la derecha ultraconservadora de México y para los cuales no hay argumentos que los hagan entrar en razón.

COROLARIO: Hasta el día en el que estuvo gobernando el PAN a México junto con sus aliados de la Organización Nacional del Yunque, México ha estado poniendo los muertos, los narcos y las drogas; mientras que Estados Unidos pone los consumidores, las armas y los dólares. Como quien diría, un matrimonio “hecho en el infierno”. Este estigma histórico ya no se lo podrá quitar de encima nunca jamás la derecha ultraconservadora y reaccionaria de México.
Axact

Anxius Veritas - Equipo de Redacción

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