La matanza de Tlatelolco fue, de principio a fin, una trampa, una trampa bien tendida. Fue tendida por gente que creía y sigue creyendo en la existencia de una gigantesca conspiración mundial fraguada por judíos, masones y comunistas para apoderarse del planeta estableciendo un sistema de gobierno mundial controlado por judíos. Se le quería dar una dura y terrible lección a los estudiantes capitalinos de la Ciudad de México de que sus manifestaciones y protestas serían reprimidas con mano de hierro. Pero se quería sentar también un precedente y una advertencia a todos aquellos que tuvieran simpatía alguna hacia las ideas de la izquierda -no necesariamente el comunismo marxista sino cualquier tipo de izquierda así fuese moderada- de que habría muy poca paciencia y muy poca tolerancia hacia ellos. La animadversión que se quería instigar en contra de los jóvenes estudiantes y quienes simpatizaban con su causa llegó a extremos tales que inclusive fuera de la Ciudad de México quienes eran estudiantes, por el solo hecho de ser estudiantes llegaron a ser catalogados de inmediato y sin jucio previo como “comunistas” y sometidos al linchamiento a manos de comunidades rurales azuzadas por gente sin escrúpulo alguno, como lo documenta la película Canoabasada en hechos de la vida real (los hechos expuestos en la película ocurren el 14 de septiembre de 1968, faltando cerca de dos semanas para que se lleve a cabo el genocidio de Tlatelolco, cuando cinco jóvenes excursionistas empleados de la Universidad Autónoma de Puebla deciden ir a escalar el volcán La Malinche; y después de que a causa del mal tiempo los estudiantes no pueden llevar a cabo su excursión y se ven obligados a pasar la noche en el pueblo de San Miguel Canoa, en las faldas del volcán, los jóvenes son tomados por agitadores comunistas y el pueblo -convencido por el párroco local de que los comunistas quieren poner una bandera rojinegra en la iglesia- decide lincharlos.)
Cuando el Secretario de la Defensa Nacional, General Marcelino García Barragán, hijo ilustre del (ultraderechizado) Estado de Jalisco giró las órdenes para los preparativos de la masacre que se llevaría a cabo en la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México aquél 2 de octubre de 1968, la literatura de la extrema derecha ya estaba en su apogeo en todo México, desde las librerías de Yucatán hasta las librerías en Baja California. Los libros de Salvador Borrego, Traian Romanescu, Henry Ford así como el fraude literario ruso traducido al Español Los Protocolos de los Sabios de Sión corrían de mano en mano en los principales círculos políticos e intelectuales de México, sirviendo como semilleros para reclutar voluntarios dispuestos a servir en la secrecía a quienes ya para entonces tenían puesto en marcha un increíble plan para la conquista del poder en México infiltrando por dentro tanto al Partido Revolucionario Institucional como al gobierno federal apoderándose de todo lo que había hecho fuerte al PRI y a los regímenes emanados del mismo.
Y si en muchas familias mexicanas de clase media y clase media alta había una genuina preocupación de que el comunismo, y por ende la “gran conspiración judía masónica comunista” pudiera apoderarse de México, en los estratos superiores del gobierno de México, en el círculo más íntimo del gabinete presidencial, tales temores habían adquirido verdaderos niveles de pánico, gracias al proselitismo activo que estaba llevando a cabo el ex-Gobernador de Jalisco y ex-aspirante a golpista General Marcelino García Barragán. Con la ayuda de la literatura extremista, basada en un alud de datos que hoy han sido plenamente desemascarados como apócrifos, el Presidente Gustavo Díaz Ordaz había sido convencido plenamente de que una toma del poder en México por parte de los comunistas con el apoyo directo de la Unión Soviética era inminente, y había sido convencido también de que detrás del conflicto estudiantil había una amplia red de agitadores profesionales adiestrados y financiados por la Embajada de la Unión Soviética en México, agitadores subversivos dentro de los cuales supuestamente colaboraban como coordinadores de la subversión una amplia red de cripto-judíos mexicanos laborando noche y día para la implantación de un régimen marxista en México. Naturalmente, Gustavo Díaz Ordaz había sido advertido por su indoctrinador de que al hablar públicamente o inclusive en sus conversaciones privadas con gente que no fuera de su más absoluta confianza acerca de una subversión comunista en México detrás de la cual había “un poder judío oculto”, tenía que tapar por completo su boca sin mencionar para nada cosa alguna que ligara a los disturbios estudiantiles con ese presunto “poder judío oculto”, porque supuestamente en cuanto los comunistas se apoderaran de México los primeros que serían sacrificados serían aquellos que tuvieran conocimiento acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Todo se tenía que llevar a cabo con la mayor de las cautelas, en la mayor de las secrecías, inclusive tomando algún juramento de lealtad para hermanarse con aquellos que compartieran también “la gran revelación”, el “gran secreto”. De este modo, el mismísimo Presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, estaba seguro de que si los “cripto-judíos comunistas” sabían lo que él sabía acerca de la “gran conspiración judía masónica comunista”, pondría no sólo a él sino a todos sus familiares en grave riesgo de muerte, sobre todo si la conspiración comunista llegaba a triunfar y el “comunismo judío” se apoderaba del mundo. Por ningún motivo debía abrir de más su boca, y de hecho se mantuvo hermético hasta el final de sus días, creyendo hasta el final que gracias a él México había sido “salvado” de una terrible amenaza, pese a que aquellos que lo habían convencido de tales patrañas eran la verdadera amenaza para México a largo plazo, una amenaza que terminaría materializándose con la creación de la Organización Nacional del Yunque y el ascenso de la derecha a la silla presidencial en el año 2000.
Las afirmaciones, brotadas dentro del mismo seno de la ultraderecha mexicana, de que el conflicto estudiantil en México en 1968 era tan solo parte de un gran plan para desestabilizar al país y empujarlo hacia la órbita del comunismo acercando a “la gran conspiración judía masónica comunista” hacia su triunfo final, no pasaron de ser más que viles patrañas fabricadas deliberadamente para atizar la histeria anticomunista y sumar adeptos a una causa perversa que ya desde entonces tenía objetivos perfectamente fijados a largo plazo para la conquista del poder en México y los cuales sí constituían una conjura en el pleno sentido de la palabra. Para entender que detrás del conflicto estudiantil en México nunca hubo ninguna “gran conspiración judía masónica comunista” atizando la hoguera con agitadores profesionales, es necesario tomar conocimiento de los antecedentes del conflicto, saber a ciencia cierta cómo se originaron los disturbios, porque en el conocimiento de estos hechos radica la clave para poder desintegrar los argumentos que fueron utilizados en su momento para justificar desde la parte oficialista un genocidio terrible cuyos verdaderos autores intelectuales jamás fueron objeto de juicio alguno.
Para el ocultamiento de la verdad, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz llevó a cabo una gigantesca purga y destrucción de todo tipo de archivos y testimonios, así como la desaparición forzada y la ejecución clandestina de muchos civiles cuya única culpa fue el haber sido testigos presenciales de los hechos que podían en un momento dado desmentir las versiones oficiales. De confín a confín, los periódicos, las bibliotecas, y las hemerotecas de los medios de comunicación, fueron saqueadas con la destrucción de cualquier cosa que hiciera mención alguna a los orígenes del conflicto así como a la forma en la cual se llevó a cabo la matanza. De la amplia información que había, sobrevivió muy poco. Sin embargo, entre lo que sobrevivió, hay material suficiente para destruír la versión oficialista de que el conflicto estudiantil era el inicio de una sublevación comunista encabezada por agitadores profesionales, y precisamente a esto se recurrirá aquí, a los documentos históricos originales que sobrevivieron de aquella época (las fotocopias que irán siendo mostradas será reproducidas mostrando el color amarillento del papel acumulable tras más de tres décadas, esto con la finalidad de que los lectores de Spectator puedan tener la confianza que necesitan para saber que la información que se les está suministrando es información fidedigna, recurriéndose a material original de aquella época).
De todas las fuentes originales que pueden ser consultadas, quizá la más confiable de todas es una publicación que será reproducida aquí en forma íntegra, una edición especial de la revista independiente Por Qué? titulada “Esta es la ¡LA VERDAD!”. Y es importante tener presente que, cuando hizo su aparición esta edición, aún no se había llevado a cabo el terrible genocidio de Tlatelolco, para lo cual faltaban menos de tres meses:
En anticipación a que aquellos que están siendo denunciados y expuestos aquí tal y como actúan al verse acorralados arremetan con sus mentiras y fantasías tendenciosas que acostumbran forjar, se proporcionará primero un listado completo del personal que había detrás de la elaboración de esta revista. De antemano se les advierte a los juramentados de la extrema derecha que si van a responder visceralmente argumentando que la revista estaba controlada por judíos, masones y comunistas trabajando como agentes encubiertos para la Unión Soviética de aquellos años, tendrán que probarlo y no con meras palabras como acostumbran hacerlo sino con hechos y documentos.
Primero se darán los pormenores principales de la revista, tal y como aparecen en su página interior 3:
Editado por Editorial Reportaje, S. A. de C. V. Monterrey 70 (primer piso), colonia Roma, Teléfonos 25-48-36 y 25-48-37, México 7, D. F. - GERENTE: Róger Menéndez R. - PUBLICIDAD: Lic. F. Xavier Alcocer y Manuel A. Sandoval. - DEPARTAMENTO DE RELACIONES PUBLICAS: C.P. Alfonso Cisneros de la Cabada y Agustín Arroyo Toledo. - DEPARTAMENTO DE PROMOCION Y CIRCULACION: Angel Díaz García. - DEPARTAMENTO DE SUBSCRIPCIONES: Ligia Beatriz Encalada Poveda. - - Autorización de la Secretaría de Educación Pública y registrado como correspondencia de 2a clase por la Dirección General de Correos (oficio No. 8740) con fecha 12 de marzo de 1968. Aparece catorcenalmente, cada segundo miércoles. Precio del ejemplar: $5.00. Números atrasados: $10.00. TAFIFA DE SUSCRIPCIONES: 26 números: $115.00. En los países americanos y Canadá (26 números) 20 dólares. Otros países: 22 dólares. Distribuída en el D. F. por la Unión de Expendedores y Voceadores de México, Enrique Gómez Corchado. Distribución foránea a cargo de Distribuidora Sayrols de Publicaciones S. A. Mier y Pesado 128. Teléfonos: 23-70-45 y 43-72-95. México 12, D. F. Tiro de esta edición: 50,000 ejemplares. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial. Registro Núm. 264.
A continuación se dará el listado de colaboradores también tal y como aparecen en la misma página interior 3:
DIRECTOR: Mario Menéndez Rodríguez - SUBDIRECTOR: Ricardo Capetillo Casares - DIRECTOR ARTISTICO: Alfredo de la Rosa - CARICATURAS: Emilio Abdalá (AB), Helio Flores, Rogelio Naranjo, Eduardo del Río (RIUS), Leonardo Vadillo. SERVICIOS FOTOGRAFICOS: Raúl Anaya, José Báez Esponda, Héctor García, Sergio Labat, Nacho López, Hnos. Mayo, Oscar Menéndez, Alice Reiner Goldring, Alberto Rodríguez - COLABORADORES: Rodolfo Alcaraz, René Alís, Carla de Benedetti, Patricia Berumen, André Berkov, Laura Bolaños Cadena, Yolanda Bolívar, Carol Brightman, Thomas Buchanan, Heberto Castillo, Milton Coelho de Graca, Felipe Escalante, José Esquivel Pren, Hugo Estenssoro, Anis Francos, Juan y Josefina Helguera, Rogelio García, Juan García Ponce, John Gerassi, Anne Geyer, Jorge Godoy, Carlos María Gutiérrez, Gisele Halimi, Jean Lacouture, Albert Paul Lentín, Manuel de la Isla, Emigdio E. Maraboto, Tico Medina, Rodrigo Mendoza, Miguel Angel Menéndez, Felipe Pardinas, Rafaelillo, Carlos y Luis Ramírez Aznar, Joaquín Roche Díaz, Cristóbal y Rosa Rojas, José Rubio González, Marco Antonio Vargas - FORMACION: Jefe: Jorge Delgado Ramírez, Luis Guadaña Villalba - SERVICIO INTERNACIONAL: Associated Newspapers, Agencia EFE, Euro-Press, Inter Press Service, London Express, Oceanic Press, Photo Keystone, Prensa Latina, Reports Associates, Rusconi Editores: Giogia, Eva, Gente, Singer Features: The Associated Press.
Esta es la página interior de la revista en la cual aparecen los datos que se han consignado arriba:
Ahora abriremos la página 4 de la revista, después de la cual aparece lo siguiente en la página 5 (Spectator se abstendrá de intercalar comentarios como lo ha hecho en otras ocasiones, de modo tal que casi todo lo que aparezca entre parentesis debe ser tomado como lo que apareció en la publicación original, y cuando lo haga el texto de Spectator será resaltado en color azul en itálicas):
Ayer salió a la venta el número 14 de nuestra revista POR QUE?y en el editorial -lo único que sobre los acontecimientos estudiantiles pudimos incluír debido a las exigencias tipográficas- advertimos que, en los momentos de entregarlo a la imprenta, esta publicación tenía una serie de gravísimos antecedentes que su cuerpo de reporteros investigaba no con fines mercantilistas que emanan del amarillismo de la letra impresa, sino con el firme propósito que se impuso desde su aparición: informar con la verdad a la opinión pública nacional y proteger el buen nombre del país a través de una eficiente administración de la justicia que no puede ni debe permitir que el prestigio de México y la seguridad de su pueblo estén en manos de la inconsciencia, lleve ésta o no uniforme.
Después de serias investigaciones, respaldadas por pruebas absolutamente ciertas, sobre los sangrientos sucesos que conmovieron a la capital de la República durante los últimos días del mes de julio (1968), se llega a las siguientes conclusiones:
1. Los verdaderos, y en última instancia únicos responsables por los muertos y heridos, por los daños ocasionados a los medios y vías de comunicación, edificios, etcétera, son quienes, en representación del Poder Público, violaron la Constitución de México y, primero, para poner fin a un pleito callejero, intrascendente, entre dos grupos de estudiantes, ordenaron la brutal intervención de los granaderos, quienes asaltaron un edificio escolar, rompieron todo cuanto estuvo a su alcance y dentro de las aulas golpearon no sólo a los jóvenes, sino que también a los maestros que protestaban por este tipo de allanamiento que únicamente puede concebirse en una sociedad en lamentable estado de descomposición.
Después y una vez más con premeditación, alevosía y ventaja -la prueba más convincente fue la forma en que, ocultos en las calles adyacentes al Zócalo, aguardaron con impaciencia la llegada de los jóvenes-, se ordenó la intervención de los granaderos y de todas las policías habidas y por haber para golpear en forma inmisericorde, salvaje, a un grupo de estudiantes que, a bordo de autobuses “secuestrados” para la ocasión, se dirigían a la Plaza de la Constitución con el propósito de efectuar un mítin pacíficode protesta por el proceder del mencionado cuerpo represivo.
Aquí es necesario subrayar que las autoridades del Distrito Federal, con pleno conocimiento de que los politécnicos llevarían a cabo una manifestación contra los granaderos, les otorgaron el permiso necesario, aunque la ruta acordada fue de La Ciudadela al Casco de Santo Tomás. Y se sabía, porque también contó con el apoyo y el beneplácito oficial, que en otro lugar de la ciudad se celebraría una segunda manifestación: en apoyo a la Revolución de Cuba.
Después se desarrolló una serie de choques violentos entre los granaderos y los estudiantes que alcanzaron su clímax con la intervención brutal del ejército, intervención solicitada y posteriormente “justificada” por el regente de la ciudad, el ministro de Gobernación y los procuradores general de la República y del Distrito y Territorios Federales.
(Vale la pena hacer aquí un paréntesis para recordar que han sido siempre las autoridades del país las que se han encargado de prostituír a los dirigentes de organismos como la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, afiliada al PRI, con el objetivo de utilizar a los jóvenes para fines exclusivamente políticos y nunca en beneficio de ellos. De pronto, despertada en este caso concreto por la represión, la juventud estudiosa mexicana se ha percatado del grado tan avanzado de corrupción que existe en todas las esferas y se resiste a aceptar el sistema vigente).
2. No existió ninguna conspiración por parte del comunismo internacional, como en forma tan absurda e irresponsable “denunciaron” algunas autoridades, que lo único que buscaban era confundir, desorientar a la opinión pública, para poder “justificar” la represión.
El gobierno federal sabe perfectamente bien que la dirección del Partido Comunista Mexicano nunca ha sostenido la tesis de la vía armada, de la violencia. Y tampoco se le pueden atribuír facultades extraordinarias y cualidades organizativas de gran envergadura, ni mucho menos suponer que ejerce una gran influencia entre los estudiantes.
Los supuestos volantes en los que se incitaba a la subversión fueron elaborados por la misma policía para tener mayores elementos que ofrecer en su desesperado y absurdo intento por explicar al pueblo mexicano las causas y motivos de los sangrientos sucesos, de los cuales el Poder Público era y es el único responsable.
(El fabricar volantes era y es costumbre de las policías. Recientemente, en entrevista publicada en POR QUE?, el licenciado Carlos A. Madrazo Becerra denunció que “el propio jefe de la Dirección Federal de Seguridad, un individuo de apellido Gutiérrez Barrios, mandó imprimir cinco mil folletos escritos en términos subversivos e insultantes, haciéndolos aparecer como firmados por mí y los envió luego al Presidente de la República. Inclusive, sé dónde los mandó imprimir: en la imprenta Italia. Y no es éste el único caso...”).
Por otra parte, es necesario señalar, como lo ratifican las fotografías que ilustran este número extraordinario de la revista, que numerosos policías, haciéndose pasar como estudiantes, incendiaron autobuses, robaron establecimientos comerciales, vejaron a los transeúntes, golpearon a los ambulantes y practicantes de la Cruz Roja e incitaron a la violencia. Todo esto formaba parte de un bien elaborado, aunque ya manido plan para que el público “repudiase” a los jóvenes universitarios y “aplaudiese” las medidas represivas del gobierno.
Y también faltó a la verdad el Secretario de la Defensa(Marcelino García Barragán) cuando, entre otras cosas y para justificar la intervención de los paracaidistas y demás elementos de las fuerzas armadas, afirmó que los estudiantes habían asaltado una serie de armerías.
En síntesis, por todos los medios posibles, las autoridades intentaron desorientar a la nación.
3. Tampoco existió ninguna conspiración derechista dirigida por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) o por el Buró Federal de Investigación (FBI), como dolosamente “denunciaron” los teóricos y dirigentes de la supuesta “izquierda” mexicana, quienes así pretendieron justificar su apoyo al Poder Público, del cual dependen en lo económico.
Si estas personas creyeron que con afirmar lo anterior podían seguir engañando con su “progresismo” e “izquierdismo”, se equivocaron. Porque lo único que salió a relucir fue el hecho de que, una vez más, actuaron de común acuerdo con las autoridades responsables de los sucesos para intentar crear un grado todavía mayor de confusión.
4. SI HUBO MUERTOS. Entre otros, porque todavía no hemos podido establecer con exactitud el número de los jóvenes caídos, figuran los siguientes: José Richard Fuentes, estudiante preparatoriano, de 17 años de edad (su hermano ha desaparecido); Federico de la O. García, Arturo Quiroz yPedro Colín Morín, alumnos los dos últimos del primer año en el Instituto Politécnico Nacional, la joven de nombre María Elena de la Universidad de La Salle, que falleció en la Clínica 10 del Seguro Social, donde, por razones obvias, se niega su ingreso; el señor Samuel Fuentes, quien al enterarse de que su hijo Héctor había sido herido de gravedad por una bayoneta, sufrió un paro cardíaco.
Por otra parte, también han desaparecido los siguientes estudiantes: Francisco Morales Escorza y Víctor Martínez Sánchez, politécnicos; y Enrique Rico, Juan Antonio Rodríguez y Francisco Tejeda Arreola, preparatorianos.* * *
No queremos concluír el editorial de este número extraordinario -por estar fuera de serie y por proporcionar los datos y noticias que otros callaron o, lo que es más grave, tergiversaron-, sin recordar que la base de toda democracia, de la más elemental integridad humana, es poder enfrentarse a los hechos, después de conocerlos tal y como sucedieron, y encontrar las soluciones precisas, soluciones dolorosas algunas veces, pero soluciones al fin.
Hace pocos meses, a ocho columnas, se habló de la libertad de expresión de que goza la prensa de México, libertad que está fundamentalmente reñida con las componendas políticas, los subsidios y el plegarse a órdenes superiores cuando éstaslesionan el bien común en provecho de una minoría. A escasa distancia de ese pregón, la totalidad de los estudiantes y una gran parte de la opinión pública han lanzado, una vez más, la acusación de PRENSA VENDIDA. Y el sanbenito, aunque trata de cubrirnos a todos por igual, hace rebelarnos a los que, aún quijotes soñadores, pensamos que todavía es posible una redención que necesariamente tenga como cimientos la verdad.
Nos acogemos, pues, a la libertad de expresión que hasta ahora ha servido como triste bandera de la demagogia. Nos acogemos a ella y al bien intencionado juicio de la opinión pública. Finalmente, a la voluntad de los que puedan y quieran sentar el precedente de que en México las violaciones a la Constitución y los abusos de autoridad no deben ni pueden tener carta de ciudadanía.
Habiendo visto el editorial introductorio de la revista, pasaremos a la entrada de la materia prima original que nos interesa, lo que trata acerca de los antecedentes de la masacre de Tlatelolco.
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