El 20 de noviembre del 2010 México celebra 100 años del inicio de la Revolución Mexicana que sirvió para deponer al dictador Porfirio Díaz:




después de que por 30 largos años éste se aferrara con terquedad al poder legitimando su larga estancia en el mismo mediante una democracia simulada en la que nadie realmente creía. Para deponer a este tirano de la silla presidencial, fue necesario un levantamiento armado porque desafortunadamente este tipo de gente no es capaz de entender otro lenguaje, un levantamiento armado que le costó al país más de un millón de muertos de acuerdo con los datos generalmente aceptados por las cronistas históricos. El lema revolucionario enarbolado desde entonces cuando el Partido Antireeleccionista se sostuvo detrás de Francisco I. Madero en su reclamo como el legítimo triunfador de las elecciones presidenciales que los lacayos de Porfirio Díaz trucaron a su favor, siempre fue: “Sufragio efectivo, no reelección”.

La derecha conservadora de México, especialmente la radicada en el Bajío de México, en estados como Jalisco y Guanajuato, nunca vió con buenos ojos la deposición del dictador-tirano Porfirio Díaz, y mantuvo un conflicto constante con los gobiernos posteriores surgidos a la caída de Porfirio Díaz, como el levantamiento armado de los Cristeros de los cuales algunos se mantuvieron en estado de rebelión aún terminado el conflicto fundando un centro de diseminación doctrinaria de lo que vendría siendo la cuna del neo-fascismo mexicano más radical: la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Prueba del desprecio con el que los derechistas ultraconservadores de México siempre han visto con malos ojos la gesta revolucionaria que a costa de grandes sacrificios derrocó al dictador-tirano es el hecho de que Vicente Fox, el primer Presidente de México surgido del nido del ultraconservadurismo guanajuatense, terminó factualmente con el desfile que año con año se celebraba en la Ciudad de México el 20 de noviembre al no asistir al palco presidencial para presenciar el evento.

Faltando un año para el cumplimiento del centenario de la Revolución Mexicana, a Felipe Calderón se le ocurrió lo que en su propia cabecita ha de haber parecido una brillante idea para empezar la segunda mitad de su descalabrado sexenio. De acuerdo con una nota publicada por Agencia Reforma, el 29 de noviembre del 2009 anunció que enviaría en los próximos días al Congreso de la Unión una iniciativa para la reelección de legisladores y alcaldes, y aunque no lo dijo abiertamente, se sobreentiende que esto es tan sólo el preludio para hacer extensiva la reelección a la misma Presidencia de la República, algo que le habría permitido a Felipe Calderón seguir los pasos de Porfirio Díaz, eternizando de paso a la derecha en el poder con la ayuda disfrazada de los medios masivos de comunicación audiovisual como TELEVISA.

Desde la caída de Porfirio Díaz del poder ocasionada por la primera gran revolución del siglo XX, ningún gobernante en México se había atrevido a proponer abrir nuevamente las condiciones para que la gente en el poder pudiera tener los medios legales para perpetuarse indefinidamente en el mismo tal y como ocurrió en los tiempos de Porfirio Díaz. Ni siquiera el panista Vicente Fox, pese a su odio y su desprecio a la gesta revolucionaria, se atrevió a hacer semejante proposición. De cualquier modo, tocó a un Presidente emanado de la dupla derecha-ultraderecha el intentar revivir algo que muchos mexicanos, sobre todo aquellos veteranos de la Revolución que aún quedan con vida, recuerdan como algo ya distante. Justo para conmemorar el primer centenario de la Revolución Mexicana, a Felipe Calderón se le ocurrió lo mejor que podía hacer para darle un escupitajo a aquello por lo cual murieron más de un millón de mexicanos, aquello por lo cual en el Sur de levantaron héroes como Emiliano Zapata y en el Norte como Pancho Villa, héroes que la derecha ultraconservadora de México jamás ha sido capaz de producir porque ésta está acostumbrada, sobre todo en tiempos recientes, a atacar sin dar la cara, golpeando por la espalda, a traición, y de preferencia sin tener que disparar una sola bala.

Esto fue lo que dijo Felipe Calderón cuando anunció su propuesta de hacer retroceder el reloj 100 años atrás:

“Esta iniciativa contemplará cambios profundos, como la elección consecutiva o la reelección de legisladores y de alcaldes en todo el país, para acercar la política a los ciudadanos y para obligarlos a una rendición de cuentas” y que abra “la posibilidad de participación en los procesos electorales sin las rigideces que tiene actualmente nuestro sistema. Hay que pasar del sufragio efectivo de la Revolución a la democracia efectiva del cambio en 2010. Y para ello, antes de que termine este periodo de sesiones, presentaré una iniciativa de reforma política al Congreso que busque crear una nueva relación en la corresponsabilidad entre los tres Poderes de la Unión, los distintos órdenes de gobierno y entre las autoridades y la sociedad. Antes de que termine este periodo de sesiones presentaré una iniciativa de reforma política al Congreso, que busque crear una nueva relación en la corresponsabilidad entre los tres Poderes de la Unión, los distintos órdenes de Gobierno y entre las autoridades y la sociedad. Esta iniciativa contemplará cambios profundos como la elección consecutiva o reelección de legisladores y alcaldes en todo el país. También propondrá la revisión de la estructura y el funcionamiento del Congreso, incluso una reducción en alguno de sus componentes, y dotar de facultades legislativas en temas judiciales a la Suprema Corte, establecer el principio de iniciativa preferente, que permita la discusión preferente y ordenada de los temas más importantes de la agenda nacional”.

Al anunciar su propuesta de resucitar la famosa reelección expulsada del paraíso político mexicano desde hace casi 100 años afirmando que la enviará al Congreso para su consideración, con esa postura e intención Felipe Calderón concuerda con senadores y legisladores panistas que siempre han levantado su voz para que se apruebe. Desde luego conviene aclarar que esa postura les nació ahora que están en el poder, pero les producía ronchas y la rechazaban violentamente cuando el PRI era el ganón de todas las elecciones habidas y por haber. El trasfondo de esta iniciativa panista-Yunquista lleva la posibilidad de plantear en el futuro la reelección del Presidente de la República, pero tal vez los mexicanos no quieran que se den de nuevo las reelecciones que tuvo en su tiempo Porfirio Díaz, ni tampoco que puedan regresar a la máxima silla un megalómano como Carlos Salinas de Gortari, un payaso histriónico y llorón como José López Portillo, un genocida como Luis Echeverría Alvarez o un corrupto como Miguel Alemán Valdéz. Quizás lo que deba hacerse es entender cómo se hace la democracia en los países latinoamericanos. Que se revise el caso de Uruguay que es un país con la misma lengua que México y con el nexo de ser latinoamericano que ha triunfado en toda América como un país demócrata; y que se tome en serio su caso para imitarlo y no jugar a traer instituciones superadas por la historia, sólo porque se tiene el poder.

Resulta difícil concebir cómo en un país acostumbrado históricamente a la presencia de un presidencialismo sofocante y aplastante a la vez que soberbio y despótico el hombre que esté ocupando la silla presidencial, sobre todo si es emanado o juramentado o aliado a una organización ultraderechista secreta como la Organización Nacional del Yunque, pueda resistir la tentación de usar todos los medios al alcance de su poderío presidencial para acomodar las elecciones de modo tal que pueda perpetuarse en el poder por un segundo período, y tras esto por un tercer período, y así sucesivamente. Pero... ¡un momento! ¿Acaso en la guerra sucia mediática emprendida desde la cima del poder presidencial en México en el 2006 la ultraderecha encubierta junto con sus aliados empresariales no estuvieron sacando al aire spots de propaganda política en contra de López Obrador mostrando al Presidente venezolano Hugo Chávez hablando de repetir una y otra vez en el poder elección tras elección, acusando infundadamente que López Obrador tenía intenciones de hacer exactamente lo mismo para transformar a México “en un Estado comunista”? Y tras haber utilizado ese argumento en contra de López Obrador tres años atrás, ¡ahora resulta que el mismopelele de los poderes fácticos de la ultraderecha en México es el que está proponiendo volver a los viejos esquemas del pasado! Esto es algo similar a lo que ocurrió con el lema de Andrés Manuel López Obrador cuyo tema de campaña durante las elecciones presidenciales del 2006 fue “Por el bien de todos, primero los pobres”, ocasionando que la ultraderecha mexicana se rasgara las vestiduras acusando que esto significaba que López Obrador les iba a quitar a todos los que tuvieran algo que se les pudiera quitar para dárselo a los pobres bajo un esquema marxista-leninista, ¡y resulta que justo al cumplir Felipe Calderón la mitad de su descalabrada gestión presidencial anunció que en lo que le restaba de su sexenio su prioridad sería el combate a la pobreza (para lo intentó gravar los alimentos y las medicinas del pueblo con un impuesto del 2 por ciento del IVA disfrazado bajo el membrete de “impuesto contra la pobreza”! En estas actitudes contradictorias la derecha y la ultraderecha mexicana están mostrando su cinismo e hipocresía.

Junto con el retorno a viejos esquemas, más del agrado de la derecha más reaccionaria de México, se han visto esfuerzos crecientes por darle a las juventudes de México una nueva versión de la historia satanizando a todo aquello a lo cual siempre han satanizado, como lo hicieron los Nazis con sus juventudes a las que terminaron fanatizando hasta la locura con el fraude literario “Los Protocolos de los Sabios de Sión” (Die Protokolle de Wiesen von Zion) de enseñanza obligatoria en las escuelas de la Alemania Nazi. Por principio de cuentas, se está empezando a borrar de los libros de texto a las civilizaciones de la América pre-colombina, porque para la derecha ultraconservadora la historia de México empieza con la llegada de los Conquistadores españoles rubios que vinieron a civilizar a una hordas de indios paganos. Y esto es apenas el principio. Se están viendo esfuerzos por intentar reivindicar la memoria del tirano-dictador Porfirio Díaz, parte de los cuales incluyó el mismo esfuerzo de TELEVISA con su costosanovela histórica “El vuelo del águila” que pese a todo no logró convencer a muchos sobre la supuesta humanidad del dictador. La reedición de la historia que están llevando a cabo y que pretenden llevar a cabo en realidad es algo que está inspirado en mamotretos neo-fascistas antisemitas como los que ha escrito el literato Salvador Borrego. La reivindicación alcanza incluso a criminales desalmados como el militar golpista Victoriano Huerta, el mismo que con el único fin de apoderarse de la silla presidencial por la fuerza bruta ordenó matar al Presidente de México Francisco I. Madero en la ignominiosa decena trágica. El mismo en cuyo nombre le cortaron la lengua al diputado Belisario Domínguez después de martirizarlo la noche del 7 de octubre de 1913 con una saña tal que ni siquiera las bestias despliegan, actuando desde el principio hasta el final en forma tal que podría haber sido un excelente Kommandant en las S.S. Hitlerianas colaborando gustosamente en el exterminio industrializado de millones de seres humanos bajo los tratos más inhumanos y despiadados que pueda cometer un individuo perturbado seriamente de sus facultades mentales. ¿Y qué es lo que le vale a un carnicero golpista despiadado como Victoriano Huerta el ser merecedor de que la derecha ultraconservadora esté tratando de limpiar su memoria honrándolo como un “salvador”? Pues el hecho de que nació en el seno de una familia “católica” y el no haber ingresado como adherente a alguna logia masónica (por eso de la fantasía de la ultraderecha mexicana “la gran conspiración judía masónica comunista”). Es precisamente el tipo de gente que idolatran en las filas de la ultraderecha; Himmler, Pinochet, Franco, Huerta, y otros miembros de esta fauna universal.

Los “reformistas” que apoyan la propuesta de Felipe Calderón argumentan que en otros países con una amplia tradición democrática la reelección es un recurso valioso que permite castigar a los funcionarios públicos que hacen mal su trabajo, y que este recurso sería una forma de volverlos más sensibles a los reclamos del pueblo. Pero en ninguno de los países que citan como ejemplo existe esa aberración conocida como los plurinominales que les permite ocupar cargos públicos eh México a tipos por los cuales el pueblo ni siquiera votó directamente. Y Felipe Calderón no ha propuesto en ningún momento la desaparición de la modalidad de los plurinominales pese a que estos son verdaderos parásitos del erario público, lacras de la sociedad que ningún país verdaderamente demócrata como Canadá, Francia e Inglaterra admitirían. Por otro lado, los argumentos que esgrimen los que le están haciendo coro a Felipe Calderón suenan muy parecidos a los que en su tiempo utilizó el mismo Porfirio Díaz para justificar su segunda reelección, y tras esto la tercera, y tras esto la segunda, etc., o sea que el país no se podía permitir perder toda esa experiencia acumulada tras los años de gobierno ejercidos. Para colmo, la experiencia mexicana ha demostrado que quienes acceden al poder están dispuestos a utilizar todos los recursos a su alcance para no soltar las riendas ni aún estando fuera del poder, y el ex-Presidente Carlos Salinas de Gortari ha dado muestras palpables de ello. ¿Que garantía tienen los mexicanos, dada la experiencia histórica de México, que un Diputado o Senador o inclusive un Presidente de la República no echará mano de todas sus influencias, todos sus compadrazgos, todos sus sobornos, todas sus corruptelas, todo su poder y todas sus mañas para eternizarse en su cargo? Ninguna. Y si se trata de un extremista encubierto de línea dura juramentado dentro de algunas de las sociedades funestas de la ultraderecha que han estado siendo denunciadas por Spectator, el ascenso al poder de un Führermexicano eternizándose en el poder primero con la ayuda de las técnicas propagandísticas modernas para el control de masas y después con el simple recurso de la fuerza bruta como lo hiciera Hitler se antoja mucho más posible.

Al enarbolar su propuesta de volver a los tiempos del reeleccionismo justo cuando falta menos de un año para la conmemoración del aniversario que depuso -a un costo enorme en términos económicos y de vidas humanas- al tirano-dictador, un reeleccionismo que tan amargos recuerdos le dejó al pueblo de México, la derecha ultraconservadora a través de Felipe Calderón está abriendo el paso para su afianzamiento del poder. Y se recuerda que esto es tan sólo la manifestación externa de algo que hasta hace poco ha estado siguiendo las directivas ocultas emanadas de gente mentalmente desquiciada. Lo que están viendo los mexicanos sólo podía haber ocurrido con la llegada de la derecha radical al poder. Y en esos planes Andrés Manuel López Obrador ciertamente era un estorbo. Ahora López Obrador se está dando cuenta de ello. Y muchos mexicanos también.


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POST SCRIPTUM:


Sergio Sarmiento, el cual no es ningún judío, ni masón, y mucho menos simpatizante de la izquierda y del socialismo, escribió lo siguiente manifestando su decepción con el giro hacia la derecha ultraconservadora que está tomando México bajo el liderazgo cada vez más enano de Felipe Calderón:


Leyes de Reforma
Jaque Mate
Sergio Sarmiento
31 de enero del 2010

Los gobiernos de México están comprometiendo toda su maquinaria propagandística en este proximo 2010 para promover las virtudes de la independencia y la revolución a 200 años y 100 años del inicio de esas guerras.

En cambio los festejos por el 150 aniversario de las Leyes de Reforma han sido casi vergonzosos.

Entre 1856 y 1863 se promulgaron en nuestro país una serie de leyes que habrían de ser llamadas de reforma y que incluyeron la Constitución de 1857. Ellas establecieron las bases de un Estado liberal que nuestros gobiernos han tratado de eliminar desde entonces. La Ley Juárez suprimía los fueros ante la justicia, en particular el militar y el eclesiástico.

La Ley Lerdo promovía la desamortización, la venta obligada, de los bienes de las corporaciones, como la Iglesia y las comunidades indígenas. La Ley Iglesias prohibió el diezmo obligatorio. A éstas se añadieron la Ley de Nacionalización de los Bienes del Clero, la Ley del Matrimonio Civil, la Ley del Registro Civil, la Ley de Exclaustración de Monjas y Frailes y la Ley de Libertad de Cultos.

Nuestros gobernantes han buscado rendir pleitesía a estas leyes y al legado filosófico y jurídico de los liberales del ’57, al mismo tiempo que han tomado todas las medidas posibles para traicionar sus principios.

La Constitución de 1917, con la creación de un Estado poderoso para tutelar a la sociedad, constituye el rechazo más significativo del legado liberal.

A pesar de las reformas de hace 150 años, en México seguimos teniendo un fuero militar, el cual se ha convertido en fuente de abusos de los derechos individuales.

La reforma agraria y el ejido establecieron nuevos tipos de propiedad colectiva de la tierra fuera del mercado, con lo que violaron el propósito fundamental de la Ley Lerdo.

Si bien la Ley Iglesias prohibió el diezmo, los sindicatos de hoy tienen facultades similares para gravar injustamente los sueldos de los trabajadores.

El gobierno actual traiciona abiertamente el principio juarista de no intervención en los asuntos de otros países.

Uno podría aceptar estas posiciones como honestas si nuestros políticos reconocieran su ideología conservadora. Pero se consideran herederos del liberalismo del siglo XIX sólo para impulsar medidas conservadoras.

Los historiadores del régimen nos han querido hacer creer que el liberalismo del siglo XIX era simplemente una corriente anticlerical.

Eso es falsoMuchos de los grandes liberales de ese entonces, incluyendo al propio Benito Juárez, vivieron y murieron como católicos.

Lo que defendían era la libertad. Peleaban por el derecho a no sufrir una tutela innecesaria del Estado, se oponían a las restricciones a la libertad de comercio y de propiedad, exigían la libertad de culto.

Los ideólogos de nuestra actual izquierda conservadora afirman que no hay relación entre los liberales del siglo XIX y lo que ellos llaman los neoliberales del siglo XXI. No quieren percatarse de que sus principios son fundamentalmente los mismos.

Encuentro poco qué celebrar en el bicentenario de las guerras de 1810 y 1910 que trajeron un enorme sufrimiento al país y detuvieron el desarrollo durante largos periodos.

En cambio las Leyes de Reforma, en su intento pacífico por construir un México de libertades e instituciones, parecen haber sido abandonadas por un régimen panista-priísta-perredista que es fundamentalmente conservador.
Axact

Anxius Veritas - Equipo de Redacción

La verdad os hará libres... y la mentira, fanáticos.

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