Se ha investigado, documentado y escrito mucho sobre la barbarie en la que cayó Alemania cuando los Nazis, además de las invasiones militares que estuvieron llevando a cabo impunemente en contra de países indefensos que no contaban con recursos para resistir la agresión, estuvieron llevando a cabo el exterminio industrializado de millares y millares de seres humanos por el solo hecho de haber sido clasificados como judíos (dicho sea de paso, la existencia de esta enorme base de datos derrumba miserablemente el argumento ultraderechista de que el judío típico es “un conspirador al que le gusta ocultar su judaísmo”, ya que de haber sido cierto los Nazis no habrían tenido en sus manos perfectamente identificados no sólo a los judíos “puros” sino inclusive a los judíos de segunda y tercera generación “mezclados”).

La barbarie Nazi fue de una magnitud tal, que no respetaron ni siquiera a los niños.

¿A los niños?, dirán algunos con ojos de incredulidad.

Sí, a los niños. Los Nazis sacrificaron en su hoguera inclusive a los niños. A continuación tenemos las fotos de dos de ellos que terminaron muertos en los campos de extermino ordenados por Hitler:




Tal era el desprecio que las hordas Hitlerianas sentían hacia la vida humana, el mismo desprecio que ansiaban por llevar al resto del mundo después de que Hitler hubiera consumado la conquista de Rusia y con ello de toda Europa. Es el mismo desprecio hacia la vida de todo judío de cualquier edad que se inculca en la literatura neo-fascista diseminada en México en la clandestinidad por organizaciones nefastas tales como la Organización Nacional del Yunque y la sociedad ultrasecreta Tecos de la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara.

Sin embargo, en esa época negra, entre tantos niños sacrificados a causa de su ascendencia y tan sólo a causa de su ascendencia sin que hubiera en ellos ninguna culpa de nada, hubo unos pocos que por un milagro del destino y con la ayuda de gente valerosa lograron salvarse. Entre esos niños se cuentan los niños de Winton.

Esta es una historia poco conocida en la actualidad. Se trata de un nombre casi desconocido para el mundo; un hombre casi anónimo; un héroe de guerra. Es la historia de Nicholas Winton, un agente de bolsa británico, el cual en 1939 ultimaba los detalles de un viaje de vacaciones a Suiza unos días antes de la Navidad de ese año. Pero el viaje se truncó y cambió el esquí en los Alpes por una larga estancia en Checoslovaquia. Un amigo Martin Blake, quien trabajaba en un comité de ayuda para refugiados adultos de Checoslovaquia, que ya sufría el zarpazo del Tercer Reich, le pidió ayuda. Desde su alojamiento en el hotel Sroubek en Wenceslas Square, de Praga, elaboró con su amigo un plan para salvar las vidas de los hijos de miles de judíos, que se habían enterado de la evacuación.

A lo largo de nueve meses logró evacuar desde la estación Wilson de Praga a 669 niños en ocho trenes hacia Londres. Un noveno tren con 250 niños debía partir el 3 de septiembre de 193 de la terminal de Praga, pero ese mismo día Reino Unido le declaró la guerra a Alemania. El tren no abandonó la estación y los niños nunca volvieron a ser vistos.

Una estatua en la estación central de Praga recuerda la gesta de este gran hombre, que hoy casi tiene cien años, uno de los principales responsables las operaciones de salvamento. Durante más de cinco décadas Nicholas Winton no reveló a nadie su gesta, que guardó en un silencioso secreto. La historia se hizo pública cuando su esposa Greta descubrió en el ático de su casa un maletín que contenía listas de niños salvados y cartas de sus padres. Después de seis décadas, la Corona Británica reconoció la acción humanitaria de este gran hombre, otorgándole el título de Caballero de la Corona. En 1998 recibió la Orden de Tomas Garrige Masarik, que otorga la República Checa y en septiembre de 2001, fue el invitado de honor del presidente de Checoslovaquia Vaclav Havel para asistir a la presentación del film de su historia, en Praga.

Setenta años después, una vieja locomotora a vapor de los Ferrocarriles Checos inició desde la misma estación para recordar a aquellos convoyes que alejaron a cientos de niños judíos del holocausto nazi. Entre los pasajeros del tren que partió ayer se encontraban 22 de aquellos 669 “niños de Winton”, acompañados por cerca de 60 familiares y la hija del benefactor:




En relación a este viaje de remembranza emprendido por el tren, tenemos la siguiente nota:

Tren que salvó cientos de niños judíos vuelve a las vías
Agencia EFE
2 de septiembre del 2009

Praga— El silbido de una vieja locomotora a vapor de los Ferrocarriles Checos produjo escalofríos de emoción al anunciar hoy la partida de un convoy que recuerda a los que hace 70 años alejaron a cientos de niños judíos del holocausto nazi.

Cuando se cumple el aniversario del comienzo de la II Guerra Mundial, el tren que partió hoy de la estación central de Praga camino de Londres quiere homenajear la labor de sir Nicholas Winton, quien entre 1938 y 1939 logró evacuar al Reino Unido a 669 menores checoslovacos, en su mayoría judíos.

El 1 de septiembre de 1939, el entonces agente de bolsa británico tuvo que hacer de tripas corazón ante la imposibilidad de que partiera el último tren de Praga para salvar a más niños de las garras del nazismo.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial impidió que aquel convoy, organizado por el Movimiento de Refugiados Infantiles checo, abandonara la ciudad.

Pero su labor en los meses previos permitió salvar cientos de vidas, gracias a unas complicadas operaciones logísticas, que han sido recreadas ahora con la máxima fidelidad, tanto por el tipo de vagones utilizados como por el recorrido.

Entre los pasajeros del tren que partió hoy se encuentran 22 de aquellos 669 “niños de Winton”, acompañados por cerca de 60 familiares y la hija del benefactor.

Winton, a quien hoy se dedicó una estatua en la estación central, fue uno de los principales responsables de aquellas operaciones de salvamento.

Tras abandonar hoy la capital checa, este convoy de diez vagones pasará por las ciudades alemanas de Nüremberg y Colonia y por la holandesa de Hoek van Holland.

En Colonia está prevista una visita a la sinagoga, y en todas las paradas habrá encuentros con la autoridades locales.

Además de estos actos protocolarios, el tren, tirado por una locomotora a vapor, deberá efectuar otras tantos altos en el camino para repostar agua.

Tras cruzar el Canal de la Mancha y alcanzar el puerto de Harwick, está previsto llegar a la ciudad del Támesis el viernes.

Aquí la comitiva será recibida a pie de estación por el propio Winton, que tiene ya 100 años.

Su acción humanitaria le hizo acreedor en 1998 de la Orden de Tomas Garrige Masarik, que otorga la República Checa, y en 2002 del título de caballero británico. Todo ello muy a pesar suyo.

El británico dejó pasar desapercibida la hazaña toda su vida y ésta sólo pudo salir a la luz gracias a su esposa, Greta, que descubrió un viejo cuaderno de notas que documentaba aquel episodio.

De los que entonces abandonaron Checoslovaquia gracias a Winton, “la mayoría se quedó en las Islas Británicas, aunque conservando algo de sus raíces checas”, declaró a Efe Vojtech Berger, uno de los ocupantes del convoy de homenaje.

Sólo 30 de esos “niños de Winton” checoslovacos residen hoy en su país natal.

También viajan en el convoy el director de cine eslovaco Matej Minac, que inmortalizó en 2002 la obra de Winton en su documental “El poder del bien”, que obtuvo un premio Emmy.

El Reino Unido acogió cerca de 10 mil menores, predominantemente judíos, de la Alemania nazi y de los territorios ocupados de Austria, Checoslovaquia y Polonia, entre ellos los “niños de Winton”.

Sobre todo lo anterior, Spectator no agregará nada más porque no hay nada que agregar. Las palabras salen sobrando.

Axact

Anxius Veritas - Equipo de Redacción

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