Al acceder la derecha conservadora panista a la silla presidencial en México con el apoyo estratégico encubierto de la Organización Nacional del Yunque y sus organizaciones satélites, hizo suyas las políticas neoliberales de Carlos Salinas de Gortari pretendiendo hacerle creer a los mexicanos que esa era la fórmula mágica capitalista de libre mercado por excelencia que sacaría a muchas comunidades de México de su proverbial atraso y pobreza combatiendo al mismo tiempo las “tentaciones” del comunismo. El veredicto final de ese experimento socio-económico a gran escala impulsado por los poderes fácticos que estan controlando a México a través del PAN-Gobierno prácticamente ya está dado:

El voraz 1%
Sabina Berman
Agencia APRO
18 de octubre del 2011

Sonaba hermosa la teoría. El capitalismo y la democracia eran las dos turbinas del jet que trasladaría a la especie humana a los cielos de la felicidad. Una mano invisible regularía las fuerzas del libre mercado capitalista; otra mano invisible regularía la contienda democrática de los partidos políticos. Mientras menos leyes ciñeran la dialéctica del mercado y de la democracia, sería más creativa: las clases sociales desaparecerían porque la desigualdad económica sería pequeña y la de los derechos, nula: estábamos por tanto al borde del fin de la Historia, entendida ésta bajo el concepto marxista.

Suena graciosa en el año 2011 aquella fe, en especial eso de las manos invisibles reguladoras. Resultó que las tales manos eran no sólo invisibles, sino que nunca existieron. Resultó que las clases sociales no sólo siguen existiendo, sino que su distancia se abismó. Hoy el 1% de la población controla el 43% de la riqueza mundial. Hoy el 99% de la población posee apenas un poco más de la mitad de la riqueza. Y de este 99%, el 50% posee escasamente el 1% de la pobreza mundial. Son cifras del Instituto de Investigaciones de la Universidad de las Naciones Unidas y que según Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, pueden trasladarse, con ajustes mínimos, a cada país del mundo, incluyendo a Estados Unidos, todavía el gran promotor de la democracia y el libre mercado.

En otras palabras, resultó que nuestras democracias se han vuelto plutocracias revestidas de lenguaje democrático. Resultó que en nuestras democracias los partidos políticos se han instalado entre ese 1% de multimillonarios y ese 99% restante, como barreras de contención: no se atreven a tocar los intereses de la élite económica, y más bien se han puesto a su servicio, para aumentar sus ventajas, ya de por sí exageradas. Resultó, por fin, que en las democracias los partidos políticos han dejado de representar y realizar las esperanzas del 99% de la población y luchan entre sí por el puro Poder, a menudo imbricando los cuernos en la lucha y paralizando la vida pública. Como es el caso ahora mismo en México, en Estados Unidos y en los países de la Unión Europea.

Nadie padece las circunstancias tanto como los jóvenes. Educados en la fe democrática, al salir a buscar su lugar en el viejo mundo de los adultos, se topan con una realidad que no corresponde a lo que aprendieron en las escuelas, y que para colmo no tiene espacios promisorios para ellos. El desempleo de los jóvenes ronda el 20% a escala mundial. El empleo en faenas sin porvenir, debe ser aún más alto. Eso y la nueva tecnología cibernética los ha dispuesto a la rebelión contra el sistema de dos turbinas, la supuesta democracia capitalista. La nueva tecnología cibernética que les permite y entrena en una comunicación rápida, masiva, horizontal y sin control central.

“El medio es el mensaje”, escribió Marshall McLuhan en los años sesenta del siglo pasado. Mark Zuckerberg, creador del Facebook, ha dicho más: “Las nuevas tecnologías, y no la política tradicional, serán el elemento que cambiará nuestro mundo”. Podría precisarse: Las nuevas tecnologías cambiarán al mundo y será a su imagen y semejanza, organizándolo en una democracia mucho más horizontal, sin controles centrales. Por lo menos esa es la visión que orienta la organización de los jóvenes de hoy. Armados de iPads, iPhones y Blackberries, los jóvenes están irrumpiendo en el viejo mundo de los adultos para reclamar los intereses de su generación y del 99% de la población.

Jóvenes fueron los que organizaron la rebelión en Egipto este año, derrocaron al dictador Hosni Mubarak y hoy mismo se reorganizan para derrocar el gobierno militar que lo suplió, sólo para calcarlo. Jóvenes son los Indignados de España, que coparon plazas centrales en las ciudades de la Península Ibérica, obligaron al gobierno a medidas de emergencia para disminuir el desempleo, e insatisfechos aún permanecen en alerta para futuras movilizaciones, bajo el lema “¡Democracia real YA!”. Jóvenes son los ocupantes del parque Zuccotti, en los linderos de Wall Street, en la ciudad de Nueva York, que hoy mismo reclaman al gobierno de Barack Obama que actúe para disminuir los privilegios de los banqueros que están hundiendo a Estados Unidos en otra recesión.

Fue en un parque de Madrid donde este año Joseph Stiglitz se apersonó entre los indignados, vestido en unos pantalones caqui y una camiseta verde botella. Uno de los muchachos le alargó un altavoz y Stiglitz lo puso ante su boca para expresar su solidaridad. “Esta economía capitalista no está funcionando”, les dijo el profesor de la Universidad de Columbia. “La equivocación de los gobiernos actuales es luchar contra la recesión acotando el gasto, en lugar de gastar más en causas del bien común”. “Me toca el corazón su energía y hago un voto para que se organice de forma positiva. Hay que saber que a las malas ideas no se les derrota con una pura oposición, sino con buenas ideas”.

Estas son las propuestas de los jóvenes indignados de las democracias occidentales. Mi síntesis deriva de la página que ellos mismos han redactado en Wikipedia. Derecho universal a una vivienda digna, a la salud y a la educación laica y pública. (Es decir, mayor inversión del Estado en las necesidades comunes.) Abolición de los paraísos fiscales y aumento de impuestos a la élite económica. (Es decir, mayor contribución de los más favorecidos al gasto en necesidades comunes.) Disminución de los salarios de la clase política, abolición de sus salarios vitalicios y persecución efectiva de la corrupción. (Es decir, desvinculación entre los ricos y los políticos.) Acceso popular a los medios de comunicación y control de su veracidad. Disminución del gasto en el Ejército y sus armas. Separación verdadera de Iglesia y Estado.

¿Quién no podría estar de acuerdo con los jóvenes indignados en la justicia de estas propuestas? ¿Quién podría negar que buscan democratizar las democracias? ¿Quién objetaría que fortalecerían la convivencia en armonía? Respuesta: sólo ese voraz 1%, que se come medio pastel del bienestar y deja el resto al 99% de la población.

Aquí no se hará defensa alguna del marxismo-leninismo que se practicaba al estilo soviético. Ese sistema tronó y se colapsó al acercarse el final del siglo XX. Pero el resultado de las políticas económicas pregonadas por quienes se oponen por completo a una regulación estrecha de la economía por parte el Estado dejándolo todo (absolutamente TODO) a las fuerzas del mercado libre y privatizandotodo lo que se pueda privatizar poniéndolo en manos de acaparadores de voracidad comprobada están recibiendo una dura lección en Economía que ni siquiera han intentado asimilar porque no les interesa asimilarla.

¿Y quiénes están entre ese 1% que se opone a que cambien las cosas? Pues, los mismos que hoy llamamos en México los poderes fácticos. Tienen caras, tienen nombres. Y tieneh en sus manos monopolios que han sido garantizados casi a perpetuidad por la corrupción que ha fomentado en las redes del poder.

Las protestas iracundas mundiales de los indignados (a quienes la ultraderecha neofascista mexicana de hoy queriendo llevar agua a su molino acusa de ser “agitadores marxistas azuzados por financieros judíos en colaboración con las logias masónicas de Occidente”) en realidad reflejan un fenómeno social de gran envergadura que el notable filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset llamó La rebelión de las masas, dichas protestas son quizá la muestra más evidente de que parece haber llegado el punto en el que la presión está por reventar a la caldera. Al menos los rusos, emulando el ejemplo de los romanos en los tiempos del Imperio, tuvieron el valor y el coraje de cambiar radicalmente su modelo socio-económico para adaptarlo a las nuevas realidades. En cambio las derechas conservadoras de hoy aliadas con los grandes monopolios y los grandes capitales no parecen estar dispuestas a cambiar sus esquemas en lo más mínimo, aunque ellos puedan terminar hundiéndose junto con el barco, no parecen estar dispuestos a permitir que se lleve a cabo un cambio drástico en un modelo que parece haberse agotado por completo. Veamos los siguientes comentarios:

Luminoso ejemplo de los indignados
En Chile, Gran Bretaña, Israel, Italia...
Jorge Carrillo Olea
Revista Siempre!
22 de octubre del 2011

Dada la desastrosa situación que vivimos, la sociedad demanda cambios. No en el gastado término publicitario electoral. Demanda cambios profundos en la vida nacional que nos retraigan a épocas de las satisfacciones que otrora disfrutamos y nos proyecten a un futuro promisorio.

El pueblo se muestra crecientemente sensible y reactivo, aunque todavía sea una repercusión insuficiente y tardía. Una característica de esta sociedad ha sido su pasividad, resignación y tolerancia, así como sus limitaciones para agregarse, para organizarse.

Las cosas están cambiando, principalmente los jóvenes se preguntan: ¿cómo, tras quién, con qué expresiones? Es una sociedad que despierta acuciada por la desesperación. Se requeriría de todo un ejercicio de reflexión o de investigación para calibrar los sentimientos de un padre desempleado, del que ha perdido un hijo, de un joven que topa con que las puertas están cerradas, de un adulto de más de 40 años que encuentre a que esa edad, con su experiencia, se le responde que ¡ya es muy mayor!

Estas serían expresiones citadinas, pero el campo no abriga realidades distintas en esencia. Cunde el desencanto, la desesperación y agregar a ello de manera agregada lo que no hay en otros países: un enorme miedo.

Ante esa compulsión y todavía sin saber qué o cómo hacer, surge el luminoso ejemplo de los indignados. Los movimientos sociales ya de impacto universal que están despertando ejemplarmente al mundo.

Es España y Francia, es Israel y Gran Bretaña, Italia, Chile. Están presentes en urbes como Nueva York, Washington, Boston, Filadelfia, Los Angeles, Chicago, Miami, Dallas y en más de 60 ciudades de ese país. Los llamados indignados se suman a las manifestaciones que dejan sentir su mensaje de inconformidad en 71 países de todos los continentes. No se habla así todavía pero es una seña más del capitalismo universal en declinación. Un neoliberalismo de peso universal, iniciado por Reagan y Tatcher hace veinte años.

Hablan los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes, los que quieren un cambio y un futuro digno. Hablan los justamente aterrados. Están hartos de reformas antisociales, de que los dejen en el desempleo, de que los bancos que han provocado la crisis suban las hipotecas o se queden con sus viviendas, de que se impongan leyes que limitan la libertad en beneficio de los poderosos. Acusan a los poderes políticos y económicos de su precaria situación.

Cada país, cada ciudad, tiene sus propios pesares, sus propias causas y sus propios discursos, pero hay una línea transversal a través de todos ellos: sus dirigencias políticas y sociales no son instrumentos para manifestarse.

Los partidos políticos y ciertas organizaciones intermedias con sus líderes y corporaciones, sus diputados, senadores y delegados nada pueden trasmitir, viven en otro mundo, encumbrados en su soberbia y su insensibilidad, en su protagonismo, por eso el pueblo los desborda dando un alerta de que se puede ir más allá de la indignación.

En México recién nos amanece. Todavía estamos trabados por la inmovilidad, por el conformismo, por la queja estéril. Sin embargo, los tiempos de agitación a los que estamos entrando serán ocasión propia para el despertar.

En materia de seguridad las reuniones en Chapultepec ya evidenciaron su esterilidad, sin embargo, Javier Sicilia será un jalón histórico en este reciente modo de reclamo. Surgen en la capital nacional, casi ayer, convocados por la desesperanza aún pocos cientos que pronto serán miles.

Debemos alentar más movimientos, dinámicos o sedentarios pero representativos y sobre todo de la firmeza y permanencia requeridos.

Es un proceso de aprendizaje del que otros países podrían dar muestra. Hay movimientos reivindicadores de mil agravios, desde proabortistas hasta desempleados, de víctimas del crimen hasta en pro de la liberación sexual.

Las causas son heterogéneas pero impulsadas por actitudes antisociales en el fondo, eso es lo que nos puede vincular y como siempre, nuestra recurrente adversidad, hay una carencia lamentable de liderazgo.

La situación ha llegado a tales extremos, que inclusive hasta el Vaticano ha externado su preocupación ante el modelo capitalista neoliberal que lejos de beneficiar a la gran mayoría de la gente la está llevando a su empobrecimiento:

El vaticano también está indignado con el capitalismo
NOTIMEX
24 de octubre del 2011

Un alto funcionario del Vaticano reconoció hoy que existen coincidencias entre las peticiones de la Iglesia católica por una reforma al sistema económico mundial y algunos postulados del movimiento de los ‘indignados’.

Durante una rueda de prensa el secretario del Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz, Mario Toso, precisó que se trata ‘sólo de una casualidad’, porque la enseñanzas de los últimos Papas han siempre sostenido la urgencia de poner a las finanzas al servicio del hombre.

El prelado participó aquí en la presentación del documento ‘Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la prospectiva de una autoridad pública de competencia universal’, redactado por ese consejo.

Ese texto, de unas 40 páginas, incluyó un análisis somero sobre las causas de la actual crisis económica y criticó duramente a las ideologías liberales, neoliberales y utilitaristas.

Estableció que la situación 'extremadamente problemática' que enfrenta el mundo es causa de un ‘liberalismo económico sin reglas y sin supervisión’, una ‘ideología’ que muchas veces se subordina a los intereses de los países aventajados económicamente.

“A la base de las disparidades y de las distorsiones del desarrollo capitalista se encuentra, además de la ideología del liberalismo económico, la ideología utilitarista, es decir la impostación teórico-práctica según la cual lo que es útil para el individuo conduce al bien de la comunidad”, indicó.

“Un efecto devastador de estas ideologías, sobre todo en las últimas décadas del siglo pasado y en los primeros años del nuevo siglo, ha sido la explosión de la crisis, en la que aún se encuentra sumergido el mundo”, apuntó.

El documento vaticano también propuso medidas coincidentes con las exigencias de los ‘indignados’ como, por ejemplo, la introducción de impuestos a las transacciones financieras conocidos coloquialmente como ‘tasas Robín Hood’.

“Es verdadero que aquí se proponen cosas que no son usuales y habituales que parecen en línea con los lemas de los llamados ‘indignados’ ”, reconoció Mario Toso.

“Pero debo decir que más allá de estar en línea con los indignados, nosotros estamos en línea con el magisterio de la Iglesia, casualmente los indignados tienen estas prospectivas”, apuntó.

Según el funcionario vaticano el hecho que dichas propuestas sean apoyadas por los 'indignados', no significa que carezcan de racionalidad y estableció que deben ser evaluadas con base en su fundamento.

“Si uno las sostiene usando un poco de virulencia, alterándose en el carácter, no significa que estas propuestas carecen de bondad, porque son buenas en sí misma”, dijo.

“La discusión entonces entra en otro plano: si se propone esto gritando o hacerlo en otra manera, nosotros elegimos el camino del razonamiento sereno para reflexionar sobre aquello que es razonable y fundado, aunque sea lentamente pero con cierta decisión”, apuntó.

En México, desde hace casi tres décadas, unas cuantas voces aisladas gritando en el desierto advertían con bastante anticipación sobre la debacle que se estaba generando, ya advertían sobre el descalabro en ciernes que se les estaba preparando a las futuras generaciones a manos de un puñado de individuos que no representan ni siquiera el uno por ciento de la población. Con el paso del tiempo, llegó la factura, y hoy esas voces aisladas que gritaban en el desierto ya no están solas, aunque el mal en esencia ya está hecho. El siguiente extracto es representativo de las opiniones informadas sobre el asunto:

El triunfo del neoliberalismo mexicano
Carlos Acosta Córdova
Revista PROCESO 1825
22 de octubre del 2011

Libro clásico y paradigmático, escrito hace 30 años, México: La disputa por la nación




ya dibujaba con nitidez la debacle económica que el neoliberalismo le impuso al país y al mundo. Sus autores –Rolando Cordera y Carlos Tello Macías– elaboraron un nuevo prólogo para la edición que circula actualmente de ese libro y en conversación con Proceso demuelen, uno a uno, los mitos del neoliberalismo y de ese bienestar prometido por los adoradores del libre mercado, enemigos de la regulación estatal.

“Repudiamos el neoliberalismo”, fue una de las consignas más notorias y repetidas en la histórica jornada del sábado 15 que emprendieron cientos de miles de indignados en todo el mundo con protestas callejeras en más de 950 ciudades de 82 países en todos los continentes.

Ha sido la respuesta más contundente y unificada a escala global ante los efectos sociales de un modelo económico que desde mediados de los setenta ha privilegiado al mercado sobre las capacidades de los Estados nacionales; que ha sido permisivo con los sistemas financieros, ha prohijado la codicia y la avaricia empresarial y ha sometido a las poblaciones al deterioro de sus condiciones de vida.

Pudieron haber marchado menos de 500 personas en México, mil en Londres, 3 mil en Nueva York, 50 mil en Chile o 200 mil en Roma… Lo significativo es que quienes optaron por salir a la calle son presa de los mismos males, sobre todo a raíz de la más reciente crisis económica mundial:

Perdieron su trabajo o nunca han tenido uno; se quedaron sin casa por no poder pagar las hipotecas; no pueden estudiar porque las colegiaturas son carísimas o el sistema público es discriminatorio o está saturado; no tienen acceso a los servicios públicos de salud porque perdieron el empleo o su salario no les permite acceder a mínimos de bienestar…

Para el 2012, el PAN-gobierno con el apoyo del Yunque, ávido de repetir un tercer sexenio en el poder como el preludio de un cuarto sexenio y un quinto sexenio y así por siempre, ofrece repetir las mismas recetas neoliberales sin cambio alguno. No ha habido en ninguno de sus precandidatos a la Presidencia de México que haya manifestado repudio alguno hacia el modelo que Felipe Calderón ha sostenido contra viento y marea en beneficio de los grandes barones del gran capital en México. Y si se salen con la suya, seguramente habrá más indignados a los cuales no les quedará más recurso que recurrir a la vía armada para derrocar a lo que se está convirtiendo ya en una dictadura de facto.

La doctrina económica como forma de gobierno a la cual ha anclado la ultraderecha de México su programa de dominación total es elneoliberalismo económico, porque todo lo demás que pueda oler a una intervención estatal en los procesos del mercado libre “debe ser comunismo”. Y el anacoreta que ató con cadenas a México a esta doctrina económica fue el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari. Y los resultados de este salvaje capitalismo a ultranza están a la vista en México. Mientras que un Presidente socialista convertía a Brasil en una superpotencia económica mundial dándole a los brasileños lo que la ultraderecha mexicana les prometió a los mexicanos y nunca les cumplió, en México la brecha entre pobres y ricos se ha acrecentado a niveles francamente ridículos que han convertido al país en el hazmerreír del planeta.

Por décadas, los fanáticos embrutecidos con los tractos de la ultraderecha que proclaman saber la verdad de todo tal cual estuvieron denunciando que el marxismo-leninismo provocaba una ruinosa lucha de clases que sólo podía llevar a Occidente a su derrumbe. Pero resulta que la lucha de clases está siendo propiciada precisamente por quienes adoran el capitalismo a ultranza al más puro estilo neoliberal, como podemos apreciarlo en el siguiente análisis.

Una parte de la guerra de clases
Lorenzo Meyer
22 de diciembre del 2010

La Victoria de los Zombis. Un premio Nobel de economía, Paul Krugman, se hace cruces: ¿cómo es posible –se pregunta– que las desacreditadas ideas de los “fundamentalistas del mercado”, que la gran recesión de 2008 demostró que son tan absurdas como peligrosas, sigan dominando la formulación de la política económica de Estados Unidos? Para Krugman, la realidad ha dejado en claro que el Estado está obligado a supervisar e intervenir constantemente en el mercado para evitar nuevas crisis y paliar las desigualdades sociales extremas. Por ello califica de zombies –muertos que deambulan entre los vivos y les amenazan– a esas ideas que insisten en disminuir el papel del Estado en la vida económica, (The New York Times, 19 de diciembre).

Una explicación de las razones que mantienen a las ideas-zombis en la mayor economía capitalista del mundo (y en otras que la imitan, como la mexicana), la ofrecen un par de jóvenes profesores norteamericanos de Yale y Berkeley, Jacob S. Hacker y Paul Pierson, en: “Winner-take-all. How Washington made the rich richer and turned its back on the middle class”, (“El ganador se lleva todo. Como Washington hace al rico más rico y da la espalda a la clase media”, Nueva York, 2010).

El Libre Mercado no Existe. Usando el ejemplo de Estados Unidos, Hacker y Pierson (H&P) muestran algo que, no por obvio, es menos importante: que nunca ha existido un mercado realmente libre de factores políticos. Por acción u omisión, todos los mercados son construcciones políticas: “Los mercados, de manera inevitable, son conformados y canalizados por fuerzas políticas, dependen de reglas que son creadas y sostenidas por aquellos que controlan el poder coercitivo del Estado”. Para H&P “la construcción gubernamental de los mercados se encuentra entre las áreas más importante de la política pública pero, a la vez, es una de las menos reconocida como tal”, (p. 81).

El Juego. De entrada H&P presentan los indicadores cuantitativos que demuestran que en Estados Unidos se ha librado una especie de “guerra de los treinta años” –se inició en los 1980– entre las clases o estratos sociales y que, hasta ahora, la van ganando los intereses de los muy pocos sobre los de la inmensa mayoría de los estadounidenses.

H&P, con los datos elaborados por Thomas Piketty y Emmanuel Saez, y que se basan en las declaraciones al fisco de los contribuyentes norteamericanos, muestran que la proporción de los ingresos del 1 por ciento de los norteamericanos más ricos y que incluyen ganancias de capital y dividendos, ha pasado de ser el 9 por ciento del total en 1974 al 23.5 por ciento en 2007. Ahora bien, los datos en Estados Unidos permiten algo que no es posible saber, o que no está publicado, en México: que el ingreso promedio de los realmente ricos, es decir, ya no del 1 por ciento sino del 0.1 por ciento de los hogares más encumbrados, es de más de 7.1 millones de dólares anuales y equivale al 12.3 por ciento del ingreso del total de los hogares. Finalmente, el ingreso de los super ricos –no del 0.1 por ciento de los hogares sino de apenas el 0.01 por ciento–, es, en promedio, de 35 millones de dólares anuales, (pp. 16-17).

Lo que H&P encuentran es que a partir de los 1980, los pobres en Estados Unidos no se han hecho más pobres –siguen más o menos como estaban– pero los ricos sí que se han hecho más ricos. Hasta los 1970, cuando el país del norte funcionó por última vez bajo las reglas del Nuevo Trato (New Deal) –la política de redistribución que el presidente Franklin D. Roosevelt puso en marcha para superar a la Gran Depresión de 1929 y que se consolidó durante la II Guerra–, la desigualdad social disminuyó notablemente y entonces el 1 por ciento de los más ricos sólo pudo disponer de menos del 10 por ciento del ingreso total, pero hoy tras la “guerra [de clases]de los treinta años” éstos últimos ya disponen del 24 por ciento del total, (p. 18).

Las cifras más notables, y escandalosas desde el punto de vista de la igualdad, son las del promedio de crecimiento de los ingresos de los hogares norteamericanos después del pago de impuestos entre 1979 y 2006. En el 20 por ciento de los hogares más pobres, ese crecimiento fue de 11 por ciento, en el siguiente 20 por ciento de 18 por ciento y esa tendencia al crecimiento moderado se mantiene hasta llegar al famoso 1 por ciento de los más ricos; ahí el ritmo de ascenso se dispara hasta llegar al ¡256 por ciento, (p. 23). En estas condiciones, a nadie extraña que para el 2005 la revista Forbes calculase que, en promedio, la fortuna personal de los 400 norteamericanos más ricos llegó a los 3,900 millones de dólares, es decir, seis veces más de lo que era veinte años atrás, en 1985.

Y es que bajo las administraciones republicanas de Ronald Reagan y de los dos George Bush (padre e hijo) pero también del demócrata Clinton, el discurso y la política económica de la derecha se impuso por sobre el de los herederos de Roosevelt, que hoy están francamente en retirada.

La Derecha. El desmoronamiento del sindicalismo, la creciente actividad de los cabilderos –y del dinero– del sector empresarial sobre los dos grandes partidos, la influencia de grupos de interés no económico pero extremadamente conservadores como la derecha religiosa y otros factores similares, han dado por resultado que los procesos electorales de los últimos tres decenios en Estados Unidos no funcionen como instrumentos de defensa de los intereses materiales de las clases bajas y medias.

Las políticas que han permitido esa brutal concentración del ingreso constituyen todo un abanico que va desde una legislación impositiva que sistemáticamente ha bajado los impuestos a los ingresos de los más ricos, bajo el supuesto de que así se alienta a la inversión y al empleo, el mantenimiento de loopholes (rendijas fiscales) creados específicamente para favorecer a intereses económicos específicos hasta la evasión fiscal bien maquinada. Un ejemplo: la reducción de impuestos en 2001 para el 80 por ciento dse los hogares estadounidenses fue, en promedio, de 600 dólares pero para el 1 por ciento más ricos ascendió a 38,500 dólares, (p. 214).

La elección en 2008 del demócrata Barack Obama pareció ser el inicio de una gran reversión en la política fiscal pero su derrota en las elecciones intermedias del 2009 llevó a que se mantuvieran las disposiciones fiscales regresivas de los republicanos. Como lo apuntó Krugman, las “ideas zombies” siguen dominando la política económica norteamericana, apoyadas por una combinación de dinero de los intereses creados con la mentalidad de extrema derecha y gran activismo electoral de quienes, sin ser ricos, se agrupan en el llamado “Tea Party” y otras organizaciones similares y sirven de base popular a una oligarquía que, objetivamente, tiene intereses opuestos a los suyos.

En Suma. Nunca es “el mercado” el que distribuye imparcialmente las cargas y los beneficios en una economía, sino que siempre es un “cierto tipo de mercado” que, a su vez, es producto del juego político entre grupos y clases.

Por razones muy diferentes, pero en los 1980 tuvieron lugar cambios sustantivos en las políticas económicas tanto de Estados Unidos como de México. En los dos casos el régimen escoró hacia la derecha. Una vez iniciados en ambos el mismo proceso, la cercanía de la relación económica –sobre todo tras la firma del Tratado de Libre Comercio en 1993– mezclada con los efectos de la gran asimetría de poder, llevaron a que las ideas que dominaron la política económica estadounidense dominaran también la mexicana con efectos sociales similares: aumento acelerado de la desigualdad.

En México las cifras sólo permiten saber que el 10 por ciento de los hogares más prósperos disponen hoy del 40% del ingreso total. Sin embargo, datos como el que nos proporciona Forbes –que la mayor fortuna personal del mundo la tiene un mexicano, Carlos Slim– nos permiten suponer que la situación de desigualdad social en nuestro país es similar a la que priva en Estados Unidos y por razones no muy diferentes.

Hoy por hoy, la lucha de clases en esta parte de la América del Norte se puede resumir en una gran victoria para las élites, pero ¿es viable hoy una economía y una sociedad con esa desigualdad? Posiblemente sea menos problemática en Estados Unidos por la riqueza acumulada y la fuerza de sus instituciones, pero aquí va a ser más difícil porque la estructura institucional pareciera estar a punto de quebrarse. Como sea, en ambos casos sería prudente cambiar la dirección de la marcha, justo como sugieren H&P dado que la clave no está en las fuerzas impersonales del mercado sino en las muy personales de la política. ¡Para la mayoría, es la política “democrática”, no la economía, la que no funciona.

En México no fue necesario que transcurriera mucho tiempo después del sangriento sexenio de Carlos Salinas de Gortari para demostrar con creces el fracaso total del neoliberalismo económico impuesto por este torvo sujeto. La brutal devaluación del peso ocurrida casi inmediatamente después de que Salinas de Gortari le entregó la Presidencia a Ernesto Zedillo, después de que a lo largo de su sexenio Salinas de Gortari a base de repeticiones constantes con la ayuda de TELEVISA les hizo creer a muchos mexicanos que el país estaba ya a un paso de ser un país “del primer mundo”, codeándose con las primeras potencias del orbe, se constituyó en un duro y cruel despertar para muchos mexicanos.

Quizá una de las evidencias más dramáticas del fracaso colosal de las despiadadas políticas económicas neoliberales implementadas por la derecha ultraconservadora en el poder en México son los siguientes cartones publicados a 11 años del arribo de la dupla PAN-Yunque a la silla presidencial, en la cual se dá ya plena credibilidad de que hay regiones en México en donde sus habitantes están sometidos ya a condiciones de hambruna extrema como las que anteriormente sólo veíamos que se daban en los países africanos:



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